16. ━━━ ley del hielo

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Ahora que Freya sabía que Carlisle estaba de nuevo en Forks y luego de haber estado entre sus brazos después de tanto tiempo, se sentía mucho más aliviada que antes

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Ahora que Freya sabía que Carlisle estaba de nuevo en Forks y luego de haber estado entre sus brazos después de tanto tiempo, se sentía mucho más aliviada que antes. Era como si el peso que oprimia su pecho se hubiese levantado, haciendo más sencillo simplemente el vivir.

Quizás había sido demasiado blanda con el al correr a sus brazos apenas le había dado una explicación, pero es que después de haberlo pensado durante muchas noches solitarias en las que el insomnio la había mantenido despierta, ella lo entendía. Si ella hubiese estado en esa situación, ella también lo habría dejado todo para proteger a sus hijos de la posible amenaza que podía suponerles que los humanos empezaran a sospechar.

Quizás podría haberla llevado con él, pero si eso hubiese pasado, quizás Freya no hubiese empezado a ejercitarse como lo hacía ahora, quizás tampoco tendría tantos recuerdos con su pequeño círculo de locos amigos, quizás ni siquera se hubiese dado cuenta de que no porque Carlisle fuese su pareja debía darlo por sentado. Al principio había dolido mucho, pero al final de cuentas... Freya lo entendía.

Y se sentía bien entenderlo. Aún habían muchas cosas de las que hablar y la situación actual le hacía entender que el pasado sí era importante. No dejaría que se convirtiera en un determinante para la relación, pero era consciente de que su pasado y el de Carlisle los habían hecho quienes eran. No tenía ningún sentido hacer oidos sordos como si nada de nada hubiese pasado, era una tontería simplemente pensar en hacerlo.

Dicho ésto... Freya no era un alma cien por ciento inocente y benevolente, nunca lo había sido. Y por ésta misma razón es que había tomado la decisión de ejercer en su adorado novio vampiro una pequeña venganza con forma de la ley del hielo. Al menos un poquito.

Sabía que quizás no iba a durar demasiado porque ella misma no se veía capaz de pasar tanto tiempo sin hablar y reír junto a Carlisle, pero algo era algo.

─ Una moneda por tus pensamientos ─la voz del rey de roma llegó a sus oídos desde la puerta a sus espaldas y la pelinegra hizo su mejor esfuerzo para pretender que no lo había escuchado. Sostuvo a uno de los bebés, precisamente al que estaba dando de comer con su tetero, y se centró en él porque el otro estaba bajo el cuidado de Esme.

Fue consciente del rubio pululando a su alrededor de un lado al otro, como asegurándose de que no tenía nada que obstruyera sus orejas, como audífonos o algo similar. No los tenía; no tenía nada más que su fuerza de voluntad por hacer drama, porque estaba aburrida y porque se merecía ser un poco caprichosa después de todo lo que había pasado.

─ Cariño, sé que me escuchas ─se colocó detrás de ella, dejando sus manos grandes y pesadas descansar sobre sus caderas. Ella sintió que la piel se le ponía de gallina y también supo que el se había dado cuenta por la risita que soltó, pero se aguantó las ganas de voltearse como una campeona─. Frey, ¿Me estás ignorando a propósito?

Murmuró, aprovechándose de que tenía varios centímetros más de altura para inclinarse y dejar besitos en toda la zona de su oreja y mejilla.

─ ¿A ésto te referías con que no me habías perdonado? ─suspiró. Freya se apartó del vampiro, dejó el tetero a un lado y colocó una pequeña toallita sobre sus hombros. Levantó a la bebé de forma que su cabeza se recargara contra su hombro y suavemente estimuló el eructo con golpecitos en la espalda.

𝗴𝘂𝘆𝘀 𝗺𝘆 𝗮𝗴𝗲,     𝖼 . 𝖼𝗎𝗅𝗅𝖾𝗇Donde viven las historias. Descúbrelo ahora