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Freya se miró a sí misma al espejo, sabiendo que probablemente rompería en lágrimas de ser capaz de hacerlo

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Freya se miró a sí misma al espejo, sabiendo que probablemente rompería en lágrimas de ser capaz de hacerlo. El reflejo de su padre detrás de ella, arreglando su velo blanco con tanto amor y cuidado, fue capaz de conmoverla hasta la médula. Estaban sumidos en un silencio íntimo, con nada más que el bullicio de los invitados fuera de la habitación amortiguado por la distancia, y Freya sabía que su padre tenía dentro un torbellino de emociones, igual que ella.

Era el día de su boda, después de todo.

─No vayas a llorar, papá ─le dijo de broma en voz baja, sonriéndole a través del espejo. El hombre dejó escapar una risa casi en contra de su voluntad, y la tomo de los hombros para suavemente darle la vuelta.

─Si pudiese llorar, sería un mar de lágrimas ahora mismo. No puedo creer que escoltaré a mi chiquita hacia el altar ─murmuró, observándola fijamente, como si temiese que Freya fuese a desaparecer en cualquier momento. Acarició su mejilla, sonriendo con sus ojos brillando del orgullo.

─Tu chiquita tiene veinticuatro años, papá.

─Siempre vas a ser mi niña, mi bebé. Así hayan pasado doscientos años, sabes que siempre podrás acudir a mi cuando lo necesites ─le dijo, abrazándola. La pelinegra correspondió al abrazo, suspirando─. ¿Estás nerviosa?

─Un poco. Un poco mucho. Pero también estoy ansiosa, emocionada.

Stephen rió, justo cuando Alice tocó la puerta. Después de que Freya le dijera que entrara, la muchacha se asomó.

─Pareces una princesa. Hermosa ─suspiró Alice, acercándose hacía ella y tomando sus manos. Freya sonrió─.  Carlisle es muy afortunado, igual que nosotros de tenerte aquí como parte de nuestra familia.

─Cariño ─entró Esme, sonriendo ampliamente al verla─. Te ves espléndida. ¿Estás lista? La ceremonia empezará en unos minutos.

Freya respiró profundamente, asintiendo. Estaba lista, extremadamente lista para el que probablemente sería el mejor día de su vida, junto a su familia, mejores amigos y personas que adoraba.




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La ceremonia fue todo lo que Freya se habría imaginado, incluso más.

Su flamante prometido, ahora esposo, había jurado amarla y adorarla por toda la eternidad, y ella había  hecho lo mismo, bajo los ojos amorosos de su familia y las lágrimas de sus mejores amigas. Había sido mágico, desde el momento en el que puso un pie en la alfombra hasta que llegó al altar, rodeada de pequeñas luces que se asemejaban a luciérnagas, pululando cerca de las flores de todas las variaciones de azul que uno podría encontrar, junto a claveles por aquí y por allá, porque eran una de sus flores favoritas, mismas que Carlisle le regalaba todo el tiempo, simplemente porque sí.

𝗴𝘂𝘆𝘀 𝗺𝘆 𝗮𝗴𝗲,     𝖼 . 𝖼𝗎𝗅𝗅𝖾𝗇Donde viven las historias. Descúbrelo ahora