02. ━━━ bienvenida a la secta

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      Freya siempre se había considerado un chica con una salud perfectamente fuerte y estable

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      Freya siempre se había considerado un chica con una salud perfectamente fuerte y estable. Podría contar con los dedos de una sola mano las veces que le había dado un simple resfriado, durante toda su vida.

      Sonaba increíble, pero cada vez que se enfermaba podría pasar perfectamente varios días en cama, por lo que cuando se despertó con la cabeza a punto de reventar, supo que nada bueno podía pasar ese día.

      Se quedó en la cama por cinco minutos, tratando de decidir si quedarse en casa o ir a estudiar. Podía quedarse en casa, pero su instinto de responsabilidad la obligaba a ir.

      Al final decidió llamar a su padre por instrucciones.

      ─Hay pastillas para el dolor de cabeza en uno de los anaqueles de la cocina, pero si te sientes muy mal en el instituto llámame y paso por ti ─habló su padre desde el otro lado de la línea.

      Freya se desplazó como un zombie hasta la cocina y empezó a buscar en los anaqueles.

      ─¿No estás en el trabajo? ─preguntó, alcanzando la pastilla que buscaba y que gracias a su altura podía conseguir sin ayuda de un banquito.

      ─Sí, pero ir a buscarte solo me llevaría un par de minutos y le puedo pedir a Carlisle que me cubra ─la pelinegra murmuró como señal de que entendía─. Te dejo entonces, Frey. Cuídate. Ah, y en el microondas está tu desayuno.

      ─Está bien, papá.

      Ella fue la primera en colgar. Llenó un vaso con agua y se tragó la pastilla, quedándose mirando al vacío por unos segundos hasta que reaccionó y subió las escaleras, de vuelta a su habitación.

      Normalmente ella era de las chicas que siempre buscaban lucir pulcras y perfectas, no le gustaban las hoodies a menos que estuviera en casa y no usaba zapatos deportivos a menos que lloviera o fuera a hacer ejercicio. A pesar de eso, ese día no tenía ganas de hacer nada, hacía frío y la noche anterior se había acercado al diluvio, por lo que las calles estaban enlodadas y algunas hasta tenían pequeños charcos.

𝗴𝘂𝘆𝘀 𝗺𝘆 𝗮𝗴𝗲,     𝖼 . 𝖼𝗎𝗅𝗅𝖾𝗇Donde viven las historias. Descúbrelo ahora