¿Amor a primera vista? TE VEO CON EL CORAZÓN

LII

Christian por fin logró tranquilizar a Anastasia después de lo que le revelaron sus padres.

Cuando se fue al estudio de su padre a practicar su braille, Ana se quedó en la piscina dando unos largos. Estaba estresada y le costaba mucho concentrarse.

Después de treinta minutos, salió, se dio una ducha y estaba por ir a buscar a Christian, cuando se encuentra a Taylor en el pasillo.

—¡Jason!— chilla alterada Anastasia, la tomó desprevenida.
—¡A ti te buscaba! Encontré toda la información que necesitas sobre Franklin Lambert. Y tal vez de tu madre también— le comenta su amigo que le entrega una gran carpeta que traía en las manos.
—No sé... Hablé con mis padres hoy después de que me dieron de alta. No creo soportar una revelación más— duda Anastasia al mirar el ancho de la carpeta.
—Ana, no dudo que tu padre te haya dicho la verdad, ¡pero esto...!— exclama Jason mirando fijamente la carpeta.
—Vale. La leeré más tarde. Buscaba a Christian.
—Pasé a verlo. Estaba en el estudio del señor Grey, practicando su braille. Ya ves que no se quiere hacer ilusiones con la cirugía de células madre, más por todo el estrés.
—Cierto. Entonces...
—Tú, ponte al día. No le des más vueltas. Yo te traigo al jefe en un rato más.

Le da un empujón suave en la espalda para darle ánimo y ella, resignada, se dirige con la gran carpeta hacia la habitación que comparte con Christian.

Tras acomodarse en el escritorio de la habitación, da un suspiro y se decide a abrir la carpeta.

No ponía interés en algo particular, hasta que se encontró con una hoja suelta, en la que estaban escritos los nombres de unos sujetos. La hoja tenía las orillas y unas partes del centro quemadas, pero aún era legible. Entre los nombres encontró el de su padre, Franklin Lambert. Decidió pasar hoja, llegó al informe en el que se relata lo sucedido durante la operación de la que Frank le contó en la mañana. Leer los detalles de como uno a uno sus compañeros iban cayendo por una emboscada, y como lograron resguardarse él y otros pocos es escalofriante. Cuando relata que Franklin sobrevivió, pero herido de gravedad, se le aceleraba el pulso al imaginarlo malherido. Mantuvo sus emociones a raya, pero le consternó ver las fotografías de cómo fue que se encontró la escena después de el operativo. Ver los cuerpos, los fardos de dinero empacado por miles, la terrible apariencia de los cadáveres y en varias de esas fotografías reconoció al asesor de seguridad de Christian, Welch.

En varias de ellas estaba con el brazo sujetado por un cabestrillo improvisado, vendoletes en casi toda la cara y dando indicaciones al parecer.

En otra de las fotografías reconoció a su padre, Raymond Steele, herido, con un collarín, un torniquete en una pierna y con parches sobre el tórax. Ver a su padre en ese estado la consternó muchísimo. De todo lo que se esperaba, jamás pensó que Ray hubiera estado tan involucrado en esa misión, y que también haya sido herido.

—También fuiste un héroe, papá— murmura y se seca las lágrimas que ya corrían por sus mejillas.

Continúa mirando fotos de uno a otro de los agentes caídos durante la misión y de pronto aparece una fotografía de Franklin, a sus 28 años, con toda la fuerza y energía de la juventud, casi destrozado. Para ella fue casi imposible contener un jadeo de consternación al verlo tumbado en una camilla, inconsciente y con el gesto deseoso de un alivio para su dolor.  La foto era de cuerpo completo, estaba sangrante de la cabeza y del abdomen. En esa foto, no predominaría otro color más que el rojo, solo porque es a blanco y negro.

—¡Dios...!— se cubrió la cara y se apartó del escritorio para darse tiempo, y decidió dejar de mirar las imágenes.

Retomó la revisión del informe y leyó lo que narraban los superiores de su padre de las fuerzas armadas del progreso en la recuperación de los tres únicos sobrevivientes de aquella terrible operación. Lee con detenimiento que a los tres, por su seguridad se les otorga su entrada al programa de protección de testigos y se les asignan identidades nuevas.