34.-Dalia, la Reina Incólume

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Luego de un tiempo, los ruidos comenzaron a cesar, un grupo de soldados comandados por Eiric nos llevaron camino de vuelta al castillo mientras yo aún no podía asumir todo lo vivido. Subir por esa calle fue un martirio, ver y escuchar a gente herida, muerta, aplastada, decapitada era horrible. Clara rápidamente se había sentido mal y vomito en una esquina, no hice lo mismo, pero si mi estómago se revolvió más de una vez. Los soldados se Sean no habían tenido piedad, mujeres niños ancianos, mi pueblo, mi gente

–Dioses calmen el dolor.

Mi padre estaba furioso, podía sentir su respirar y las maldiciones que tiraba al aire. ¿No había tranquilidad y alegría para el?, habíamos estado por poco de morir y estábamos camino al Castillo con la ciudad extrañamente recuperada. Nos habían salvado, una salvada de milagros, un día después nosotros estaríamos acabados y debíamos estar agradecidos, pero algo no iba bien.

–¿Mi Rey está bien usted? – dijo acercándose Laurel.

–Laurel, estás vivo– dije asombrada.

–Si Princesa– dijo sonriendo.

–Esto es estúpido, ¿Qué somos?, ¿Nos están escoltando o somos prisioneros? – escuché decir a mi Padre.

–No lo sé mi Rey– dijo posicionándose detrás de mi padre.

–¿De verdad no lo sabes? – dije en voz baja casi sin hacer ruido.

–Prepárate– dijo Laurel modulando.

–¿Por qué?

Estábamos por llegar cuando un grupo de soldados corrieron y nos sobrepasaron como si nada. Llegaron al castillo antes que nosotros, vi que habían intercambiado palabras con los soldados de ahí y pronto todo comenzó a moverse, corriendo de allá para acá formándose.

–¿Lealtad a mi padre? Lo dudo– susurre a Clara.

–¿Qué está pasando? – dijo ella mirándome mientras nos tomábamos de las manos y temblábamos.

–Laurel –

Los soldados hicieron unas columnas de ellos para el ingreso, pero era extraño porque no había formalidad ni respeto para nosotros. Caminamos entre ellos, era verdad lo que había dicho mi padre, parecíamos prisioneros más que una familia con gran título y mi padre "rey de Cretos" solo era un hombre más. El castillo aún estaba intacto, se veía un poco oscurecido y sobresalían el rojo de la sangre en las paredes, escalones, murallas y el hermoso balcón. A los lejos de los portales pude notar a un grupo de prisioneros que iban camino a la parte de atrás.

–Leo– escuche susurrar a Laurel que miraba con unos ojos bien abiertos al frente– Lo reconocería, aunque estuviera tapado– agregó posicionándose detrás de mí.

Intente no hacer contacto visual con Leo, era incomodo pensar que después de tanto tiempo volviéndome loca y asumiendo que había muerto, hoy, justo ahora estaba al frente de mí. Él se puso frente a nosotros sobre uno de los escalones que estaba en la entrada y nos observó oculto detrás de su casco. Tenía sus manos y parte de su cuello manchado con sangre oscura y seca, mis ojos lo examinaron rápidamente pero no subirían más. Me negaba a verle.

–¿Eres el líder? – pregunto mi padre sin haberlo reconocido– ¿Seremos tus prisioneros?, podemos negociar, tengo tierras, dinero si es que deseas.

–No quiero nada de tu tierra, pero te ordeno que beses mis pies y pensare si debo dejarte vivo.

–Yo soy un Rey.

–No te pregunte quien eres, ¿Harías eso por tu vida y la de tu gente?

Mi padre volteo a vernos un poco indeciso y mojándose los labios volvió a observar a quien estaba justo frente del.

El Halcón de la Cima del MundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora