1.-Liastían- Inocencia

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Era la edad de los castillos, generales, soldados, reyes y reinas

Liastian, un reino de gran envergadura, encerrado por enormes y firmes muros, era neutral a todos los demás reinos.
El rey August había fallecido en uno de los inviernos más helado del lugar, dejando así al pueblo en llanto y tragedia. La reina tomó el mando, siendo la hija de una gran y envidiada familia. Esta guió con autoridad y trajo gran prosperidad a la nación.

Liastian tenía uno de los ejércitos más grandes pero no eran visitados por aquella situación. La familia real tenía gran demanda, eran caracterizados por criar y formar a guerreros de hierro; hombres valientes, leales y sin remordimiento al luchar. Tioma, era su tierra de soldados encerrados entre murallas dentro de la gran ciudad, donde también se encontraba el castillo de la reina y los cuarteles, era el reino más poderoso de todos.

El pueblo era obligado a rendir tributo y pagar por su protección, los hijos de los más pobres, no tenían oportunidades de progresar. Granjeros, herreros, alfareros, no poseían grandes casas ni linajes. Sus hijos cargaban con el fracaso de sus familia, viendo su futuro en las manos descuidadas de sus padres, naciendo en el barro y muriendo en ello, mediocres al progreso y surgimiento.

Los pueblerinos entregaban a uno de sus hijos a la edad de 5 años a Tioma, la reina los evaluaba y si eran aceptados entonces, se les entregaba a la familia 80 piedras por cada hijo cada 2 lunas. Aquello les ayudaba a sobrevivir, poder costear alimento, como el trigo, harina, levadura, carne, hierbas medicinales, abrigos y vegetales. Muchas de las familias tenían más de 4 hijos, si el mayor llegaba a tener 18 años Tioma dejaba de aportar con sus dineros, pero los pobres son codiciosos, nunca se saciaba, siempre querían más piedras, pocos llegaban a tener educación y el circulo se volvía a presentar. Tener hijos, volver a venderlos, tener dinero, gastarlos y volver a morir de hambre. Si nacías pobre, morías pobre y el pobre siempre seguía siendo pobre.

La reina era dichosa, madre de todos los niños que eran criados desde muy jóvenes en un sistema estructural y estricto. Al llegar a Tioma, eran desvinculados de su familia, no había más contacto con ellos, no habían visitas hasta que estos cumplieran 18 años, la responsabilidad, la seriedad, el respeto eran aprendidos a los 5 años y a los 6 se les comenzaba a entrenar para la lucha hasta su madurez. El gusto de la lucha, la pasión de pelear por lo que amaban, llegaba junto con su madurez, pocos volvían con sus familias, la mayoría de ellos firmaban pactos con los Reinos, siendo parte de cada ejército y participando en guerras a cambio de riquezas para Liastían. Los hijos de la realeza habían sido criados de esta forma, y la mayoría de ellos habían perecido siendo los mejores guerreros.

Su último hijo fue criado con la parte más estricta de la reina.

Los entrenamientos comenzaban antes que el sol saliera, eran largas jornadas, los grupos se dividían por edad y destreza, los patios de la casa real se mantenían llenos de soldados, maestros junto a los jóvenes y niños.

Leo, el hijo de la hermosa reina se camufló de todos los ojos del reino, vestía los mismos trapos que los demás niños, era un chico tranquilo y tenía una gran habilidad innata con la flecha y la lanza distinguiéndose de sus difuntos hermanos.

A temprana edad comprendió su valor y su nombre, aun así, al cumplir los 18 años, dio la espalda a Liastian, abandonó su título de heredero, se preparó para alistarse a cualquier otro reino y pelear por él. El gusto a luchar no fue igual a los demás soldados, tenía una actitud un tanto obsesiva con la muerte. Su madre se había dado cuenta unos meses antes, donde en una expedición a tierras lejanas, uno de los soldados le informó de aquello, pues Leo no mostró dudas, importancia, ni remordimiento en matar a un salvaje y no se había detenido con el primer golpe.

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