8.- Un Gran dolor sepultado, que fuerte grita

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Maldije mil veces a mi estúpido soldado, ¿Por qué tenía que ser tan duro de cabeza?, si esto lo haya asustado lo suficiente para que haga un cambio, entonces no dudaría en volver a golpearlo e intentar hacer lo que hice, a veces soy tan despreciable. Si pudiera entender todo lo que viví, si para él es difícil, para mi vivir fue imposible.

Caminé un momento sin rumbo, pensando una y otra vez lo que había hecho, ¿Cómo llego todo esto a este punto?, ¿Por qué mierda nunca me escucha? Mientras caminaba recordé un lugar en el que quería escudriñar y pronto llegue al salón de Guerra. El lugar estaba completamente en silencio y abandonado, no había personas deambulando por los alrededores, ni sonidos más que mis pisadas, fue entonces que abrí la puerta y entre. Al entrar había muchos libros, pergaminos y hojas, eran bastantes, puestos en muebles y otros encima de una gran mesa, la habitación tenía grandes ventanas y tenía una gran iluminación, además al fondo de esta tenia a una mesa con una silla, más bien se veía como un escritorio y al frente de esta, pues, más libreros.

–¡Maldita sea!–grité apoyando mis manos en la mesa.

–¡No!, déjame, suéltame, por favor, para, no por favor, por favor, para, no, para ya, por favor, para, no por favor, !No!, me lastimas, no, no, déjame, suéltame, ¿Por qué?, detente, déjame, no entiendo, un dolor, una pesadilla, no puedo, no puedo, no puedo, ¡detente!, ¡déjame de un vez!, maldito seas, ¡basta!, te mataré, ¡te mataré!, ¡TE MATARÉ!– mi voz.

¿Leo?

–Ven Leo, ven conmigo.

No.

–Si Leo, tu madre dice que debes obedecer a tus mayores, ella sabe de todo eso.

¿Ella sabe? ¿Ella lo permite?

–¿Leo?

–Ella, ella lo aprueba, ella.

–¡Leo!, Hey, escúchame, mírame, mírame.

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¿Dónde habrá ido?, dije caminando al balcón y asomándome pero no había rastros de Leo, corrí entonces al otro balcón pequeño del lado trasero pero tampoco lo vi.

–Soldado– dije viendo a uno de los hombres subiendo por las escaleras.

–¿Si Comandante?

–¿Has visto al General?

–No Comandante.

–Está bien, ¿Dónde llevas esas cosas?– dije a ver sus manos que cargaban una que otra armadura.

–Laurel esta con el Rey en estos momentos, y han solicitado llevarle armaduras de los ya fallecidos.

–¿El General sabe de esto?

–No mi Comandante, esto solo me lo ha pedido repentinamente, no he tenido tiempo de informar.

–Bien, pero debes informar, sabes que nuestro General pide toda la información.

–Sí, no volverá a ocurrir– bajó su rostro aceptando su error.

¿Entonces donde esta él? Esperé que el soldado desapareciera por el corredor y lo seguí directo a uno de los salones principales que están en el tercer piso lado derecho de este. Al llegar, el soldado entró bajando su rostro y el pasillo quedo en silencio. Me acerque a la puerta y entre la abertura de este pude ver a los ya nombrados.

–Vamos Laurel no me puedes decir que de un momento a otro te sentiste débil ante ese hombre, incluso deje que lo golpearas antes, ¿Dónde terminó la confianza que te tenías?

El Halcón de la Cima del MundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora