22.- Quiero Protegerte

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Pasaron dos lunas tan rápido como el sol se escondía cada día, mi mano había sanado casi por completo, quedaban solo cicatrices en ella, pero aún me faltaba la fuerza para tomar mi espada sin que esta temblara. Thion por otro lado, aun no se animaba a organizar la boda de su hija, la posponía por cualquier tema y Sean poco a poco perdía la paciencia.

La relación de Helina con el Príncipe tan poco había mejorado, a veces podíamos escuchar sus discusiones que con rapidez subían de tono y mis soldados temían que eso llegara a dañar algún día a la princesa, claro que Thion estaba al tanto de todo.

Hoy al entrar al Salón no escuche nada, no estaba el Rey como solía estar, solo algunas mujeres retirando la mesa que recién se había servido, pero ¿Dónde están?

Me alejé un poco de ellas para mirar por las ventanas pero solo vi a unos soldados caminando a los establos. Sentía un poco de celos del hombre que era el comprometido de Helina, claro que sí. Había tenido que ser su guardián los últimos días en sus salidas que organizaba Sean para que se conocieran aún más, pero siempre recordaba las palabras de ella refiriéndose a ese hombre, que era vulgar, poco hombre sin educación y bastante agresivo ¿Debía guardar mi compostura? claro que sí.

–Leo– dijo una voz.

–Fadila– voltee a verla y ella me miraba desde los pilares del gran Salón. Las demás mujeres no la habían visto o simplemente nos ignoraban.

–Tranquilo, ellas están en lo suyo.

–¿Dónde está Thion? Creí que usted hoy saldría con la pareja.

–¿Thion?, fue a cazar con Sean puedes buscarlo en los pastos altos y sí, la verdad, fui con ellos pero pobre de Helina, el hombre es un tonto– dijo levantando sus manos como si no pudiera haber hecho nada– ella se devolvió antes.

–Bien.

–No, no, espera, aun estas conversando conmigo. Conozco tu lealtad con Thion, él no para de hablar de ti– dijo acercándose posando su mano en mi pectoral– y me siento un poco envidiosa que tú seas el centro de atención en vez de mi.

–Eso háblelo con el Rey.

–No– dijo y su mano corrió rápidamente a mí. Mi reacción fue tomar su hombro para echarla para atrás pero ella dando un paso, puso mi mano en su seno derecho y me mantuvo ahí agarrándome con fuerza– si te rehúsas, contare que me tocaste.

Mientras su mano estrujaba mi miembro, con la otra aplastaba mi mano en su seno y su rostro comenzó a acercarse al mío.

–No te resistas, sé que una parte de ti le gusta algo prohibido, te haces el difícil, ¿Por qué?, te he dicho que puedes tenerme cuando gustes. Ya somos casi familia.

–Déjate de juegos– la empujé.

Por los dioses que odiaba a esta mujer. Enseguida recibí una gran y fuerte cachetada de ella que giro mi rostro y volvió a abalanzarse a mí.

Podía saciar mi sangre asesinándola ahí mismo, pero que ganaba con eso más que satisfacción personal y la misión de mi madre no se habría completado, pero ¿Qué quedaba para mí? ¿Juicio?, ¿Decapitación?

La tomé del cuello y cambiamos posiciones donde fuertemente la empujé apoyando su espalda en la pared.

–Déjate de juegos yo no soy, uno de tus soldados– dije a centímetros de sus labios.

–Lo serás– dijo y miro una copa que estaba sobre su cabeza cerca de la ventana.

–Sácate eso de la cabeza. Estas tramando algo y lo descubriré.

–No– empujó la copa, y al caer en el suelo sonó mientras se hacía trizas alertando a las sirvientas– No podrás descubrir nada, ¿Qué podría hacer una pobre Reina como yo?

El Halcón de la Cima del MundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora