44.- Él

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Estaba un poco nervioso, había comenzado el desayuno junto con todos los Reinos y para variar los dos protagonistas del incidente de ayer no se presentaron. Era extraño, quizás Leo se quedó en los calabozos hasta tarde, pero a pesar de eso el nunca despertaba tarde y si faltaba, avisaba.

–Cathal, ¿Dónde está?

–Mi Reina él no me ha informado nada, pero seguramente ayer se acostó tarde.

–Thion, Helina tampoco ha aparecido– dijo Laurel acercándose a su oído.

–Lose muy bien, pero el altercado que paso ayer debió afectarle, no tardara en presentarse. Estos jóvenes de hoy.

–Me alegra saber que hablaste con ella– dijo la Reina Dalia– ve a ver qué pasa Cathal– dijo Dalia mirándome con atención.

–Si mi Reina, le traeré noticias– dije bajando la cabeza y caminando a la salida.

En cuanto salí de allí, vi su silueta al fondo del pasillo.

–Leo– dije caminando más rápido.

–Cathal, buen día– dijo sonriendo mientras le quitaba una bandeja a uno de los sirvientes que iba en camino al salón.

– ¿Qué haces? Tu madre pregunta por ti, le dije que estuviste tarde en los calabozos. Te puedo cubrir un poco pero no puedes desaparecer así.

–Gracias Cathal, no tardare en bajar.

–Helina tampoco está ¿No has ido a hablar con ella?

–Yo...– dijo tomándose un segundo mientras se hecho un pan a la boca– no la he visto– agregó caminando a las escaleras.

–Mientes– sus ojos sonrientes lo delataron ¿Él estaba con ella y Lands?

Si Leo estaba con Helina eso significaba que por fin arreglaron sus diferencias de la noche anterior, quizás eso explicaba porque no se habían presentado. Leo jamás faltaba y si lo hacía debía tener algo mucho más importante que un simple desayuno. Debía prepararme para darle una explicación a Dalia que sin duda ya estaría trazando en su cabeza que los dos protagonistas de ayer curiosamente hoy no estaban presentes. Eso me hizo pensar en otra cosa.

– ¿Ellos pasaron la noche juntos? – tapé mi boca asustado, las palabras salieron sin control.

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Llegue a mis aposentos y en silencio entre tratando de no hacer ruido. Ella se veía hermosa durmiendo tranquilamente, me ruborice con solo verla aun desnuda en mi cama. Atractiva y condenadamente tentadora, con esa pose al dormir mostrándome sus tributos traseros, con una pierna más arriba que la otra.

Aun no podía creer lo que habíamos hecho, lo que me llevo a preguntarme ¿Habré sido muy brusco? A mi parecer fue lento y tranquilo en comparación a lo que estaba acostumbrado. Por otro lado, jamás había tenido una experiencia similar, lo demás era solo sexo con mujeres, pero lo de ayer, un toque de ella y mi piel se derretía, sus besos me enloquecían y no tarde en venirme. Con solo recordar su rostro iluminado con la luz de la luna, sus expresiones cada vez que se excitaba cuando la tocaba, me producían escalofríos. Si era ella, seré lo bastante egoísta, pero deseaba que fuera mi mujer, mi esposa, mi Reina. Olvide todas nuestras diferencias.

Deje la comida en la mesa y me senté en la silla esperando a que despertara. No habíamos dormido mucho, yo estaba acostumbrado a eso, pero ella sin duda estaría con sueño si la despertaba.

Si ella hubiera sido virgen, quizás no me hubiera podido contener lo suficiente para no hacerle daño, su cuerpo y su piel se veían tan delicados. Brazos delgados, no hacían ni la tercera parte de mis brazos, debía tener cuidado, lamentaría dejarla marcada.

El Halcón de la Cima del MundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora