2.-Cretos

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>Por Leo<

Al encallar los soldados del Reino nos guiaron a tierra firme, pude distinguir rápidamente a los comandantes de Cretos, eran serios, fríos y al hablar, sus palabras llevaban enojo junto con superioridad ante todos los demás soldados, incluso los que estaban bajo su mando.
Liastian siempre había sido estricto con los soldados, no había más de 20 mujeres en Tioma, cocineras, asistentes y sirvientes de la Reina, llevaban siempre cubiertos sus rasgos femeninos y estaba estrictamente prohibido hablar con ellas, todo se pagaba con enormes castigos propuesto por mi difunto Padre.

Al bajar, pudimos sentir el calor que daba la propia tierra, como un vapor calentando nuestros pies, no había mayor briza y había mucho ruido. El puerto estaba lleno de comerciantes y mercaderes, mujeres acarreando canastos, niños pequeños corriendo por el lugar además de animales, perros, gallinas y gatos.

Los soldados de Cretos nos guiaron en fila hacia la calle principal del Reino, los aldeanos al vernos comenzaron a detenerse a los costados mirándonos detenidamente. La noticia se divulgo rápidamente por el Reino y los murmullos comenzaban a sonar por todos los rincones de esta gran ciudad.

Cretos era un poco más libre, las cortesanas paseaban por sus calles casi sin prendas, mujeres, jóvenes, ancianas, vestían de túnicas hasta las rodillas o más cortas sobre ellas. Mostrando sin importancia sus piernas, escotes y brazos, incluso algunas ocupaban sus ropas ajustadas para moldear sus cuerpos y sobre todo les daban gran énfasis a sus senos.
La pobreza era indiscutiblemente mayor en las faldas de la ciudad, mientras ascendíamos mayor era el cambio de la infraestructura.

Sin dudas Cretos era una ciudad hermosa, con gran vegetación y una gran, gran población. El territorio de este, era encerrado por grandes murallas, llenas de casas, caminos de tierra a los lados y camino de piedras en el centro, poseía un puerto abierto, sin muros que daba directo a la playa y a las primeras casas. Sus aguas, a medida que los barcos se acercaban se hacían cada vez más cristalinas, desde el mar se podía ver la calle principal que en la cima doblaba desapareciendo entre unas casas y al fondo de esta se levantaba el gran Castillo del Rey. Este se situaba en la parte más alta de Cretos encerrado por grandes murallas y pilares. Poseía grandes hectáreas de pastizales al fondo de este, terminando en enormes cerros y quebradas.

–¿Así deben ser las mujeres?- susurró un amigo de infancia.

–Guarda silencio.

–Mira a esa– señaló Eiric a una mujer adulta con cabellos naranjos.

–¿Cómo es posible?– susurraban mientras los soldados del reino reían de nosotros.

La poca costumbre de mis soldados ante una mujer había profanado rápidamente nuestros cuerpos y este deseo indecible de tomar alguna fue un problema para controlar nuestro ímpetu. Me incluyo en estos desafortunados e inquietantes sentimientos al verlas y admirarlas.

–Déjala ya– puse mi mano en la cabeza de uno de mis hombres y le bajé el rostro para que mirase el suelo–basta, caminen.

Subimos cuesta arriba, éramos bastantes soldados y tardaríamos en reagruparnos. Miré hacia atrás y los hombres habían llenado las calles de colores sombríos de nuestra vestimenta, sin duda un gran ejercito listo para luchar por este desconocido Rey.

Al poco tiempo llegamos a las murallas que encerraba el castillo, las grandes rejas se abrieron de par en par dando paso a su entrar. Nos encontramos rápidamente con un gran antejardín, arboles esparcido por el lugar, pastizal y arbustos de rosas. Había un gran árbol que daba con uno de los grandes balcones del castillo.

Cerca de las murallas, apoyados en estas sobresalían grandes estatuas que rápidamente pude distinguir a Zina, diosa se la tierra, la abundancia y la cosecha, Tir, dios de la guerra, Zocim, diosa del amor, la familia y la fertilidad y Frima, diosa de la sabiduría y la riqueza. Habían sido esculpidas en mármol con una base bañada de oro y se levantaban majestuosamente mirando al Reino.

El Halcón de la Cima del MundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora