11.- Empatía

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–¿Dónde se encuentra el Rey en estos momentos?

–Debe estar saliendo de unas de las reuniones.

–Laurel, ¿El Rey puede ser persuadido?

–Si Leo, ¿Por qué vas con tanta prisa?

–Necesito saber si puedo hacer que cambie de opinión.

–Espera ¿Tu qué?– dijo caminando con más prisa a mi lado.

–Si no pudo lograr esto de que sirve todo lo que he hecho.

–Espera Leo, no puedes negociar con el Rey, por algo es Rey.

–No me quedare con brazos cruzados.

–No debes Leo– dijo intentando agarrar mi brazo pero pronto llegue a la puerta– ¡Leo!– y entre.

Al entrar me percate que su reunión había terminado, y todos los consejeros se dispersaban por el lugar agarrando pergaminos, hojas y conversando entre ellos.

–Leo– dijeron al verme.

–¿Qué haces aquí?

–No puedes entrar así.

El Rey se había sentado en su silla, una silla que estaba arriba de todas las demás, al fondo del lugar sobre dos escalones ahí estaba, apartado de todos conversando con Loreas su consejero personal.

–Mi Rey- dije en voz alta mientras que los consejeros me miraban enojado.

–¿Leo?–dijo él extrañado–¿Por qué estás aquí?

–Tengo que conversar urgentemente con usted, por favor facilíteme su atención– dije mirándolo y el con un movimiento de su cabeza me dio el permiso que necesitaba. Miré a mi alrededor un momento sintiéndome observado por todos, entonces volví a mirar al Rey y el entendió dándome otra vez el permiso con su rostro mientras sonreía– ¡Fuera todos!

–¿Qué?– decían.

–¿Qué ha dicho?

–¡Que se vayan ahora!– volteé a verles y estos rápidamente comenzaron a salir.

–No tienes mucho temperamento ¿No?

–Mi Rey.

–Vamos cuéntame que es lo que te tiene tan alterado.

–Estoy disconforme, ha llegado a mis oídos la cantidad de emblemas de oro que se les entrega a los soldados ya retirados.

–¿Estas en desacuerdo de mis órdenes?

–Sí– contesté bajando el rostro. Estaba un poco nervioso y enojado a la vez. Debía cuidar bastante mis palabras, a veces olvidaba a quien tenía al frente.

–Son 8 emblemas, me parece una cantidad justa para lo poco que harán.

–Mi Señor, la mayoría de personas tiene ingresos de 12 de ellos ¿Por qué un soldado es inferior?

–Porque ya no sirven, ¿De que trabajaran?, ¿Que nos darán a cambio?, solo comen, respiran y cagan.

–Han dejado la familia para servir al Reino, han dejado sus tierras, sus hogares, ahora son poca cosa a los ojos de cualquier persona. Por favor pido que reconsidere esa suma.

–Leo, te concederé todo lo que me has pedido pero, ¿Por qué te esmeras en preocuparte de los demás?, son solo soldados defectuosos.

–No Señor, esa es tu gente, nuestro pueblo.

–Bien, como digas, 12 emblemas.

–20

–¿Qué?, ¿Estas intentando negociar conmigo?– dijo poniéndose de pie– eres sorprendentemente astuto, a veces rebelde pero cumples siempre con lo que te pido, pero– dijo llegando a mí– tu lengua aún debe mejorar.

El Halcón de la Cima del MundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora