38.- Thicio

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Helina, supuse que ella sería la culpable para invocar al grandote.

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–¿El Gigante? – preguntó mi padre mirando a Dalia.

–Si Thion, gracias a tu querida hija.

–Dalia yo...

–Reina Dalia– me corrigió mirándome con esa mirada que me apuñalaba.

–Disculpe. Reina Dalia, no era mi intención causar algún problema.

–¿Qué tiene que ver mi hija en esa cosa?

–Esa cosa tiene un nombre, su nombre es Thicio y cada vez que mi hijo se altera Thicio viene por él.

–¿Qué mierda estas diciendo?

–Es un poco fantasioso lo que te voy a decir, pero no conocemos el mundo completo. Hay cosas que salen de nuestra realidad. También tarde en comprender y aceptar lo que veían mis ojos. Después de todo, el gigante solo eran leyendas y cuentos de miedo para los niños y he aquí traje uno conmigo.

–Explícate Dalia– dijo Thion mientras yo solo intente quedarme callada mientras los escuchaba. El suelo aun retumbaba cada vez más fuerte. No tardamos en escuchar los gritos de la gente.

–Mi hijo y el gigante comparten un vínculo, un tratado que solo se rompe con la muerte de Leo. Thicio no es como nosotros, no siente absolutamente nada, empatía, amor, odio, eso hace que tener a un gigante como enemigo es sumamente peligroso.

–Si es así porque lo trajiste.

–¿No estas escuchando Thion? – dijo poniéndose de pie y caminando lentamente a la ventana– Tú has estado enfermo de la cabeza, incluso lo has asumido y por eso has hablado bastante conmigo.

–Tu sabes– dijo mi padre poniéndose de pie, ellos ignoraban completamente mi presencia– yo, mi Reina, y la persona que yo consideraba como mi hijo, ellos...

–Mi hijo no hizo nada y tú lo flagelaste sin piedad. Si la gente no hubiera intervenido ¿hasta qué punto lo hubieras dejado? Hubieras sido capaz de abrir su espalda hasta los huesos ¿me equivoco?

–Lo defiendes porque es tu hijo.

–No, lo defiendo porque conozco a mis soldados y mis soldados no son capaces. Thicio ayudo a Leo a salir de ese tormento que tú provocaste, a cambio de conocer las emociones de un humano– dijo y enseguida vimos al monstro pasar por las afueras del Castillo. Su cabeza podía llegar más alto que el segundo piso.

Me acerqué mirando por la ventana y vi que como había dicho Dalia, este gigante se agacho justo frente de Leo que se veía bastante pequeño a su lado.

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Aun me sentía molesto y más al tener que ser secuestrado por este estúpido Gigante.

–¿Qué te trae por aquí? – dije mirándolo desde mi altura hacia arriba.

El no dijo nada más que alzar su enorme mano hacia mí. Me miro haciendo un gruñido y me agarro con fuerza alzándome cerca de su rostro.

–Hey– dije sin aliento– No...me aprietes.

–Esto es que.

–No...sé. De...jame respi...rar– dije con mucha dificultar sintiendo que mis costillas se iban a romper.

Me soltó mientras comenzaba a caminar.

–¡IMBECIL, UN DIA ME MATARAS! – dije tosiendo y recobrando el aliento mientras apoyé mi mano en uno de sus dedos.

El Halcón de la Cima del MundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora