55.- Ojos Azules.

126 16 2
                                    

Una semana después del funeral de Cathal, Leo fue llevado a sus aposentos, y yo a los míos. Dalia y mi padre no nos permitió que estuviéramos mucho tiempo juntos en especial en las noches. Aunque estamos los dos mal heridos, Dalia dijo que el alma joven nunca se olvidaba.

Me dirigí a sus aposentos. Cuando estaba la anciana o tenía visitas su puerta siempre se mantenía abierta y los soldados que custodiaban no estaban en ella sino dentro, cuidándolo hasta que se mejorará. Caminé por el pasillo y aunque la puerta estaba abierta, no escuche ninguna voz más que pequeños murmullos.

—¿Leo?— dije asomándome en su puerta. Entré y vi a la anciana batiendo un mescla. Eiric y Halley estaban a los costados de la cama. Al verme me miraron enseguida.

El ambiente era un poco tensó, la anciana me miro, luego miró a la mujer de pelo rojo y caminó hacia a mí.

—Te dije que lo conversaras— dijo la anciana pasando por mi lado a buscar un pote de agua.

— ¿Qué? — dije extrañada, sin entenderle. La voz de Leo rápidamente llegó a mis oídos.

—Helina— dijo y se sentó en la cama.

—¿Estás bien?, ¿cómo van tus heridas? — preguntó Halley.

—Helina no me dijiste que estabas herida— Leo me miró.

— ¿Que?, ¿quién te...? — dije sorprendida.

—Lo siento Princesa, de casualidad escuché a la Reina Dalia hablando con la anciana sobre su estado. Me preocupé y le conté a Leo.

—Oh... dioses— dijo Eiric tapándose la cara.

Intenté controlarme mirando enojada a esta mujer que no dudó que hubiera contado eso pensando realmente en mí.

—Fuera— mi voz salió fría y fuerte.

—Princesa yo... —dijo dando un paso más cerca de la cabecera de la cama.

— ¡QUE TE VAYAS AHORA! — exploté.

Esa mujer me sacaba de mis casillas, no tenía paciencia para escucharla y tampoco había tenido en derecho de hablar de mi estado como si le pertenecía tal información. Eiric la agarró de los hombros otra vez y la sacó de la habitación igual que la vez pasada. Los único que quedamos eran los guardias, Leo, la anciana y yo.

—Helina –

— ¡¿QUIEN SE CREE ELLA?!— le grité mientras mis ojos comenzaban a humedecerse— yo no te lo dije porque no quería preocuparte, ¿Por qué ella se siente con el derecho de hacerlo?

—Cálmate.

— ¡NO, NO ME DIGAS QUE ME CALME! No puedo venir a verte sin que esa mujer este primero, no puedo ayudarte sin que ella te ayude primero ¿Por qué le permites tanto? Debería estar preocupada por Kurok ¿No lleva su hijo? Su hombre está en peores condiciones que tú y soy yo quien debería estar para ti. Pero no, está aquí contigo.

—Hablemos de tus heridas primero después...

—No Leo, no quiero a esa mujer aquí tan cerca de ti.

—Está bien— dijo llevando sus piernas a la orilla y se puso de pie mostrándome su espalda. Aún estaba muy moreteada— no sabía que eres celosa Princesa Helina.

—Vete al carajo— voltee a caminar a la salida.

—Hey, espera— dijo cojeando hasta llegar a mi lado y me agarró de la muñeca izquierda— ¿Cómo es que es tan fácil para ti hablarme así?

—No estoy jugando.

—Tranquila— me volvió a abrazar con una leve sonrisa en su rostro— Si te molesta la cercanía que tiene ella conmigo yo hablaré con Halley para que no te sientas incómoda— sentí sus manos acariciar mi espalda y parte de mi nuca— Créeme que lo único que no quiero es que te sientas apartada y poco valorada. Si por mí fuera— dijo agarrándome de las mejillas— te tendría aquí todo el tiempo— besó mis labios con tranquilidad agarrándome el labio inferior.

El Halcón de la Cima del MundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora