57.- Yo te Esperaré

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Me quede junto con Dalia en el salón para protegerla ante cualquier cosa. Thion seriamente la observó esperando que ella hablara. Después de todo no era tonto, estaba nervioso acariciando constantemente sus dedos contra la palma de la mano.

—Fui muy feliz contigo Thion, y aunque no estoy acostumbrada a bajar mi cabeza, creo que esta vez lo haré y solamente ante ti.

—Dalia, explícame, ¿qué está pasando?

—Yo te amé Thion, y siempre te lo dije, pero éramos niños, y teníamos responsabilidades con nuestras propias familias y tierras. No te culpo, es más, me culpo a mí por no haber abierto la boca antes.

—No te estoy entendiendo.

—Mi hijo siempre fue distinto a los demás. —Sus palabras salieron tranquilas y suaves—. Recibía sus cartas cada luna, juré no decirte mientras esa reina tuya viviera, además no estaba segura como tratarías a mi hijo. Cuando supe que era tu mano derecha y tu general, ¿podía haber una madre más orgullosa?, pero estaba más inmersa en conocer quien fue la culpable de la muerte de mi esposo que en decirte la verdad.

—No Dalia, ya sé a lo que vas.

—Hiciste cosas controlado por tu enojo y tu ira. Quizás si yo te hubiera dicho la verdad las cosas no hubieran salido tan mal. Augusto no es el padre de Leo.

—No mujer...

—El padre de mi hijo son las estrellas, es el sol de cada día y la luna de cada noche, el padre de Leo era un guerrero...

—No Dalia —suplicó Thion negando con la cabeza mientras apoyaba las manos en la mesa.

—Era un soldado, valiente y con gran honor, él era el viento— sonrió mirando el cielo—. Era una caricia, una sonrisa, la briza de la playa, la libertad detrás de los muros, un rey ejemplar opacado por los años —guardó silencio mirando el suelo y luego levantó la mirada, miró fijamente a Thion y con una voz fuerte dijo—. El padre de mi hijo, es Cretos y Liastian a la vez.

La verdad que habíamos ocultado, salió por la boca de Dalia. Mientras Thion negaba con la cabeza cayó sentado en una silla mientras con su mirada perpleja comprendía que eran esas palabras.

Leo era su hijo, Leo llevaba sangre real de ambas tierras.

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El resto del día fue un escándalo, mi padre discutió con Dalia casi toda la tarde, ninguno fue a comer y después de eso solo se encerraron en sus aposentos. Thion se negaba rotundamente a emprender el viaje con Leo y todos escuchamos sus gritos.

—¡No pienso acompañarte!, ¿quién crees que soy, una ofrenda para dar a cambio de tu vida?

—¡No seas imbécil! No eres un sacrificio.

—Llévate un frasco y sal de aquí.

—No lo haré, necesito tu sangre fresca.

—¡Muérete!.

—¡Maldito cobarde! ¡Irás conmigo por las buenas o por las malas!

—YO JAMAS HE QUERIDO UN HIJO.

—¡MIENTES! Eso no es lo que he escuchado.

Espere detrás de la puerta, quería hablar con ambos por separado, pero odiaba escuchar cómo se trataban. En un principio mi padre sería su suegro y Leo el yerno, ahora todo cambiaba, si eran padre e hijo era como mi hermanastro, pero tampoco compartíamos sangre. No sabía en qué pensar o si podía interrumpir su discusión.

—Mi hija no puede casarse contigo. Imagínate lo descabellado que suena ahora. Buscaré a otra persona.

—¿Que?, ¿ahora me verás como tú hijo? No seas ridículo Thion, tú y yo jamás tendremos un vínculo. Tu hija se casará conmigo.

El Halcón de la Cima del MundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora