La primavera era algo efimero en aquella tierra, casi desconocida, mientras que el crudo invierno eso siempre era un hecho.
Si el frío no te mataba, las bestias de ahí lo harían, día y noche ellos cazaban a cualquier desprevenido de aquel pueblo dejado de la mano de Dios. Un infierno para muchos pero un juego para cierta niña que "corría con los lobos".
Trepada en el lomo de quien se podría decir alfa del grupo, la pequeña jugaba con la densa melena de la bestia que en ocasiones al sentir tirones le gruñía suave para que dejara de hacerlo.
—Urias, ¡arriba, arriba!.
Pedía risueña a su guardián para que saltará.
El gigante soltando un bufido cumplió su petición, su salto hizo que pasarán por encima de unas cuantas casas, lo cual la cachorra disfrutaba sintiendo el viento frío en el rostro y el aspecto diminutivo que tomaban las casas al estar por los aires.
Ya habían sido cuatro inviernos desde que el jerarca de la casa Heisenberg la había recogido. Inviernos en los que la pequeña había desarrollado una rara alteración al virus "lycan", después de todo seguía conservando su aspecto humano casi en su totalidad, casi, ya que los dientes caninos y pequeñas garras dejaban mucho de que hablar entre los pobladores que llegaban a toparse con ella.
Además de eso la niña entendía perfectamente el extraño dialecto de las bestias pudiendo entablar conversaciones propias de su edad.
—Vamos allá...
Pidió por décima vez a su mayor para que fueran en dirección al gran castillo que se veía por encima del pueblo.
Muchas veces había visto a Heisenberg ir pero siempre terminaba siendo dejada en la fábrica o en la fortaleza de los lycans al cargo de Urías y el resto.
Claramente su petición fue rechazada por el alfa quien dio media vuelta dejando atrás el castillo, a lo que la pequeña respondió con gimoteos y pataletas.
—¡Vamos...vaamoos...!.
Pataleba en el hombro de Urias pero sin recibir respuesta alguna.
Viendo esto la pequeña bajó a tropezones por la espalda de Urias hasta dar de senton contra el suelo, para así empezar a correr apenas se paró.
Claro que una niña qué podía hacer al estar más que custodiada por bestias mayores en tamaño y superandola claramente en rapidez.
No había pasado ni la primera casa cuando frente a ella ya estaban dos lycans gruñendo y rascando el suelo, dando seña de que no la dejarían llegar más lejos que eso.
Los llantos de frustración no se hicieron esperar de parte de la menor quien se dejó caer al piso haciendo una rabieta.
Poco les importo a los lycans, tomándola en brazos para llevársela de ahí.
Entre patadas y berrinches fue como aquel grupo llegó con la pequeña hasta la entrada de la gran fábrica donde las puertas se abrieron para dejar entrar únicamente a la niña, quien fue prácticamente obligada a entrar ahí, quedando cruzada de brazos y con su rostro rojo por llorar tanto.
—¿Piensas quedarte parada ahí el resto del día?.
Se escucho la voz de Heisenberg por los altoparlantes.
En respuesta a eso la pequeña sin más de otra empezó a caminar hasta llegar a la entrada donde él ya la esperaba
—¿Me cargas...?.
Pidió estirando sus brazos soltando la última lágrima de sus ojos.
—Ya no eres una bebé Carina, camina por tu cuenta.
Respondió serio caminando de regreso al interior de la fábrica, pero sus pasos se detuvieron al no escuchar los de la niña. Mirando por encima de su hombro logro ver cómo la pequeña aún se atrevía a mostrar un puchero por la negativa de antes.
—No te atrevas a llorar y ven acá, tengo algo que enseñarte...
Carina jalo aire para controlar su llanto y empezar a correr tras Heisenberg que ya le llevaba la delantera.
Pescandose del borde de la chaqueta es como siguió el recorrido por el interior de aquella oscura fábrica donde el calor de la maquinaria alejaba el frío y la nieve proveniente del pueblo.
La distracción Carina le costó un fuerte susto en cuanto algo o mejor dicho alguien callo de pie frente a ella y Heisenberg. Su aspecto era extraño y tétrico haciendo que la pequeña terminará escondiéndose tras su guardián.
—¿Qué es eso...?.
Preguntó sólo asomando sus ojitos por encima de la chaqueta, viendo aquella cosa mitad máquina, mitad humano.
—Estos son tus nuevos juguetes.
Dando un empujoncito a la niña fue que terminó en frente de aquella criatura que no hacía más que hacer ruidos guturales al hablar.
—P-pero...
—Ya estas lo suficientemente grande para aprender a defenderte.
Empezó a dar unos pasos hacia atrás dejandola sola frente aquello.
No tardó mucho para que en el centro de esa cosa se prendiera una luz roja. Las sierras eléctricas que tenía en lugar de manos fueron contra Carina que rápidamente se apartó para comenzar a huir del monstruo.
—¡Apagalo! ¡No quiero...! ¡No quiero!.
Heisenberg permanecía inexpresivo mientras fumaba su habano. Otro gancho soltó al segundo "soldado" que de igual forma fue a perseguirla por los pasillos de la fábrica.
—¡No me gustan!.
Empezó a quejarse ya con su voz entrecortada por las ganas de llorar.
—Si no te gustan matalos.
—¡No!.
La pequeña terminó tropezando quedando a merced de los soldados quienes llevaron sus sierras hacia ella.
—¡KARL!.
Tras el grito de la niña una alarma sonó en la fábrica, los soldados de metal detuvieron su ataque hacia Carina. Al ver que no paso nada no contuvo más las lágrimas y empezó a llorar ocultando su rostro entre sus manitas.
Unos pasos que se aproximaban a ella hicieron que levantará levemente su rostro distinguiendo las botas de Heisenberg.
Heisenberg la veía hacia abajo con sus típicos lentes oscuros y su cara sería ante la actitud de la niña. Dejando el suelo fue directo a abrazarse de la pierna del hombre sin dejar de llorar.
—Que decepción...
—Eres malo.
Respondió entre gimoteos pero sin soltarse de él.
—Si tratar de prepararte para este infierno es malo, entonces si, lo soy. No durarás ni dos segundos allá afuera por ti sola y no pienso cuidar de niñas lloronas en mi fabrica.
—¡No!...no me dejes...
Apretaba sus manitas al rededor de la pierna de Heisenberg.
—Entonces quítate el miedo y deja de llorar por todo.
La pequeña solo asintió mientras se separaba despacio de su pierna para limpiar sus lágrimas y ver a Heisenberg a la cara.
—Yo...ya no voy a llorar, me volveré fuerte ¡seré como Urias!.
Trataba de mostrar otro semblante ante él lo cual se podría considerar. ¿Tierno? ¿Esa era la palabra?
Heisenberg solo se inclino un poco acariciando con su mano la cabeza de la niña.
—Vamos cachorro...hora de que comas.
Ambos empezaron a caminar, Heisenberg con actitud seria como de costumbre y Carina pescada nuevamente de su pierna haciendo que el hombre diera sacadas más largas.
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El Caballo Y El Lobo
Fanfiction"Veamos de que estas hecha..." Se podría pensar que para el jerarca más egocéntrico de aquellas tierras, amar a alguien o prestar su atención a otra cosa que no fueran sus máquinas sería algo imposible. Pero ¿Qué pasaría...si algo más fuera de lo...