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Para Carina aquel enorme castillo al que tanto había peleado por entrar se había vuelto  un sitio que se conocía  como la palma de su mano.

Sus múltiples visitas y juegos con las hermanas le habían hecho aprenderselo a la perfección.

—No te vayas aún~.

Bela como siempre la mantenía abrazada a la pequeña al llegar su hora de partir.

—Vendré otro día.

Carina se daba tiróncitos para safarse de brazos de la joven que solo reía ante sus intentos de querer escapar.

—Bela~ me van a regañar...

—Que novedad.

—Por eso mejor quedate con nosotras, aquí nadie te regañara~.

—No pero si me comerá...

Esa había sido la amenaza de Lady Dimitrescu la primera vez que encontró a sus hijas con Carina.

Gracias a los múltiples llantos y berrinches de las chicas, es que la mujer del castillo había dejado pasar ese incidente solo dando advertencia que la próxima vez que la viera, no saldría de ahí con vida. Desde entonces las chicas habían sido cuidadosas con las visitas a escondidas de Carina.

—Osh...bien, anda vete, pero no tardes tantos días en regresar.

—Lo prometo~.

La pequeña apenas fue soltada salió corriendo, claro que no sin antes despedirse con un movimiento de mano de sus queridas compañeras de juego.

A su salida se hallaban varios lycans con los cuales no tardó en reunirse para emprender su camino de regreso a la fábrica.

No se hizo de esperar que en el camino se pusiera a jugar con su grupo, a ojos de ellos no era mas que un cachorro.

—¡Vamos!.

Correateaba con los lycans, trepaba los tejados y los árboles entre risas y gruñidos de sus bestiales compañeros.

Pero un sonido y un rugido diferente fue lo suficiente para dejar al grupo y a la niña estáticos ante aquella forma desconocída que salió den entre las casas.

Carina quedo parada tras uno de sus mayores viendo aquella criatura parecida a un perro negro pero con rostro semi humano, que apenas los vio detuvo su paso, gruñendo y arañando el suelo. Sin dejar el resguardo de su grupo sentía la mirada fija de esa cosa, aun entre el espeso pelo se podía distinguir un frío destello de los ojos de esa bestia haciendo que la los pelos de la nuca se le erizaran.

—Me quiero ir...

Hablo viendo hacia arriba a sus acompañantes, dando gruñidos como respuesta retomaron su camino manteniendo a la niña cerca suyo, pero una voz conocída para su desgracia se hizo escuchar.

—La niña de Heisenberg...si, eres tu.

—Besugo.

—¿Qué te parece? Madre también me deja tener mascotas...

Acariciaba al igual que a un perro a esa criatura.

—Yo...no soy una mascota...

—Cierto...cierto...quizás no, le puse el nombre de Varcolac...si, le queda bien.

Ambas criaturas le causaban repulsión al igual que a sus lycans quienes gruñian en su dirección.

—Podrías jugar con él...entre perros se llevan bien...

—No me digas así puto Besugo...

—Vaya forma de hablar, muy mal...muy mal...pero solo lo dije como Heisenberg...

Carina apretó sus manos en puños al igual que los dientes, le estaba causando fastidio aquel sujeto y sus palabras.

—Con él es diferente...

Retomo su camino dándole la espalda a ambos.

—...los perros...que se comportan mal, deben ser castigados.

Al decir esas palabras el varcolac corrió hacia el grupo, hacia la pequeña, dispuesto a destrozarla entre sus fauces. Habría logrado su cometido pero los lycans se interpusieron en su camino gruñendo y atacandolo con sus lanzas y garrotes.

Ante las múltiples agresiones el varcolac retrocedió hasta volver con su amo. Su comportamiento no era diferente al de un animal, quedando por debajo de los lycans.

—Perros malos...son muy malos con el...!.

—¡Mantén a tu cosa horrible lejos!.

Advirtió la pequeña, el Besugo quedó "consolando" a su bestia balbuceando cosas sin sentido alguno.

Carina dio una última mirada, tanto amo como bestia eran repulsivos.

—Que horror...

Dejó salir el aire contenido tras aquel inesperado encuentro.

Solo se relajo una vez estuvo en su hogar, la fábrica de Heisenberg. La maquinaria como siempre no dejaba de trabajar, más soldados del ejército de metal colgaban de los ganchos en aquellas bandas, distribuyendolos por la fábrica.

La luz en el estudio además de ese olor amargo fue lo que la guio hasta su cuidador que sin dudarlo mucho se trepó en su espalda.

—¡Agh! Mierda Carina no hagas eso.

—¡Volví!.

—¿Si?...no me digas, ya bajate carajo.

Heisenberg se removia para tratar de quitarla pero la niña solo se aferraba más.

—¿Mm?...ese no lo había visto.

Se asomaba por el hombro de Heisenberg viendo sus nuevos planos.

—Eso es una...

—Una hélice niña...si, si logro que funcione será uno de los soldados más fuertes

—Oh~¿como lo llamaras?.

—Eso importa poco lo que quiero es que funcione pero no lo lograré si te tengo aquí jodiendo encima mio.

—Humm...que tal...¿Sturms?.

—No me jodas.

—Siii que se llame así.

Tiraba de su chaqueta y trataba de alcanzar un lápiz para escribir el nombre pero claro, su bracito no alcanzaba a tomarlo.

—Carina...¡agh! Con un demonio deja de moverte.

—¡Sturms! ¡Sturms!.

—¡Bien!! Carajo contigo...

A regañadientes tomó el lápiz y escribió el dichoso nombre a un costado de los planos a medio hacer.

—Ya esta, ahora vete de aquí antes de que a la que le ponga una hélice sea a ti.

—¡Noooo!.

Rápido se bajó de la espalda de Heisenberg para salir corriendo fuera del estudio.

Él en ese momento se separó de su escritorio viendo a la pequeña correr por ahí. Inconscientemente una sonrisa apenas visible se formó en su rostro.

Su pequeña ya estaba creciendo...lo cual a su vez fue el motivo de aquella sonrisa se borrará y en su lugar se formará una mueca que oculto tras sus planos del escritorio.

El Caballo Y El Lobo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora