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El retumbar de la ventana de su cuarto fue lo que dio fin al sueño haciéndola despertar sin mucho esfuerzo.

—Mgh...ahora qué...

Quitandose las sábanas del cuerpo salió de su cuarto asomándose por la puerta buscando de donde venía aquel ruido de metal rechinante. Con paso pesado y cara aun adormilada camino hasta llegar al taller de Heisenberg topandose con la criatura Sturms que ahora caminaba por su cuenta por aquel lugar.

—Tal parece que si te quedaste...

Lo veía con curiosidad el como algo con cabeza de hélice podía moverse así como si nada, pero después recordó a quien se debía aquello lo cual la hizo poner una mueca y pasar levemente sus dedos por la zona que Karl había apretado.

Dio una última mirada a Sturms antes de darse la vuelta e irse, acción que se vio interrumpida cuando chocó con el pecho de la persona con la que menos quería toparse.

—Te levantaste más temprano de lo habitual...apenas darán las 7 de la mañana.

—Buenos días...Heisenberg.

Hablaba pero no lo miraba a la cara.

—¿Otra vez te quedaste trabajando?.

—Tengo muchas cosas que hacer y lo sabes.

—Si pero...incluso tu necesitas descansar, podrías tener otro colapso.

—Deja eso de lado, estoy bien, además estas cosas no se arman por...si...solas...

Pauso sus palabras al ver la vestimenta de la chica, que no constaba más que una playera y ropa interior, un hábito que tenía desde pequeña pero claro, ya no era esa niña, ya era una joven.

Carina al sentir la mirada de Heisenberg tan fija en ella se bajó lo más que pudo la playera en un torpe intento por cubrírse.

—Y-yo...

—Ve a vestirte.

Soltó de forma seca pasando a su lado tratando de ignorar el hecho de que había visto casi todo de ella. Carina a su vez salió corriendo, avergonzada de lo ocurrido. Quedando ambos maldiciendo internamente la situación.

Heisenberg se retiro a su escritorio viendo fijó a la nada, tratando de calmar su cabeza. Pero, el verla así, acabada de levantar, su cabello desordenado, esos ojos ámbar somnolientos, la apariencia tersa de sus piernas desnudas, sus pezones que resaltaban levemente a travez de su playera.

Ver y recordar todo eso haría que cualquier hombre reaccionara ante tales atributos.

—No me jodas con esto ahora...

El metal de la puerta del taller retumbo cerrandola de golpe y con seguro.

La fragua y las máquinas trabajando cubrían aquellos jadeos ahogados y la respiración que agitada del hombre, llenando ese pequeño cuarto de un aire cada más difícil de respirar, teniendo en mente el cuerpo de la chica sobre él mientras hundía su rostro entre sus pechos, la besaba y acariciaba, haciendola decir su nombre a cada movimiento suyo hasta llegar al punto de placer.

—Carina...

Dejó salir ese último jadeo, el metal retumbó al final de su acto, la saliva se hacía pesada al pasarla y la respiración con trabajos comenzaba a controlarse.

—Puta madre...ni que fuera un niño...para estar haciendo estas cosas...

Llevo la vista a su mano viendo el pequeño desastre que había causado. Pero todo se vio interrumpido cuando unos golpes a su puerta lo sacaron del trance.

El Caballo Y El Lobo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora