La sombra del castillo había quedado a espaldas de Carina, a paso lento casi arrastrando los pies era como avanzaba entre la nieve cosa que le hizo caer de rodillas pero ni eso la hizo inmutarse. Su vista permanecía perdida en el blanco suelo que la rodeaba siendo indiferente de todo lo que pasaba a su alrededor.
Eso hasta que el traqueteo de cierto carruaje la hizo salir de aquel transe.
—Señorita Carina...
—Duque.
—Diria que es una buena tarde pero creo que ese no es su caso.
El Duque terminó estando parado a un lado de ella extendiendole un pañuelo de seda el cuál no tardó en tomar.
—Vaya que es una lástima. Quién diría que el señor Winters tendría la capacidad para lograr algo así.
—Esa maldito...apenas lo vea no dudaré en abrirle la garganta.
—Deberia de andarse con cuidado señorita, alguien capaz de matar a dos jerarcas es sin duda alguien de temer, pero tratándose de un hijo pues-.
—¿Cómo que a dos jerarcas?.
Los ojos ámbar brillaban con cierto aire de furia que incluso hicieron al Duque dar unos cuantos pasos hacia atrás.
—Duque...respóndeme.
—Bueno verá, pasa que-.
—No son dos, solo mato a Alcina y sus hijas.
—...Me temo que ya no es así.
—¿Qué...?
Carina siguió con la mirada al hombre que a paso lento se acercó a su carruaje buscando algo, solo hasta que lo tuvo en sus manos es que dio nuevamente la cara hacia ella. Carina al ver aquello sintió que el aire salía de sus pulmones y sus piernas flanqueaban.
—Una nueva adquisición y de las mejores.
—Angie...
El nombre de aquella muñeca apenas salió en un suspiro de la boca de Carina.
—¿P-por qué...por qué mierda está ella aquí?
A Duque solo le quedaba pasar saliva y aclarar su garganta tras los nervios por no decir temor que le causaba el ver a Carina así. Las venas se le llegaban a marcar por sus manos, incluso en el rostro, su mirada se hacía intensa y los gruñidos salían de su boca.
Pero apesar de eso, también de sus ojos salían sin parar las lágrimas.
—Duque...
—Llego aquí gracias al señor Winters.
—Entonces Donna...
El suave movimiento de cabeza de parte del Duque solo confirmo sus palabras.
—Y el bastardo...se atrevió a venderte a Angie así como así. ¡¿Se atrevió?!.
—B-bueno, si... El pobre no cargaba una sentimo y vio la oportunidad de hacer un cambio, armas y municiones por la muñeca. Carina, no te enojes...yo solo-.
—...Haces negocios, lo sé
Si pedir permiso Carina tomo a Angie de las manos del Duque para después dejarlo atrás.
—Creo que mis trabajos contigo pagan cualquier cosa. Incluso esto.
—Si... Un placer hacer negocios con usted, señorita Carina.
La nieve nuevamente comenzó a caer de forma extraña sobre el pueblo, al ver esto Carina cubrió a Angie con su chaqueta teniendo sumo cuidado de no arruinar aquel delicado y elegante tocado del velo.
—Se lo mucho que odiabas el frío...
Mordió su propia mejilla pues tontamente aún esperaba una exclamación de parte de la muñeca.
"¡Maldito clima, mi vestido terminará congelado a este paso. ¿En qué momento saldrá el puto sol?!"
—Si, eso sería algo que tú dirías...
Una triste risa salió de entre los labios de Carina al imaginar a Angie decir aquellas palabras.
El camino hacia la casa de Donna siempre le había gustado. Antes era como un laberinto pero después de un tiempo se volvió el lugar donde pasaba las tardes jugando con las muñecas o en largas platicas con Donna antes de terminar sus paseos frente a la cascada. Todo eso cruzo por la mente de Carina al estar caminando por aquel lugar lleno de neblina.
El único ruido que ahora escuchaba era el de la cascada, haciéndola recordar aquel relato que Donna le contaba sobre la mujer que terminó su vida lanzándose desde la cima de aquel lugar.
—Ja...y por más que nadaba entre sus aguas nunca encontré nada. Ni un hueso.
Sus pasos se detuvieron pero fue solo para presionar el botón de aquel elevador escondido.
—Tranquila, pronto estarás en casa.
Su vista permanecía puesta en la pared rocosa que quedaba bajo de ella conforme el viejo elevador subía hasta llegar al punto más alto donde la hacienda de Donna se veía si la dificultad de la niebla.
El viento había borrado la mayoría pero Carina aún logro encontrar huellas de Ethan de su entrada y salida de ahí provocando en ella un fuerte gruñido.
La reja permanecía abierta al igual que la puerta principal donde no tardó en ver aquel montón de cristales exparcidos en el suelo.
—Ay Donna...
Apretando un poco la muñeca entre sus brazos se dispuso a entrar a aquella casa donde aún algunas de las luces permanecía encendidas. Una vez estuvo cerca de aquellos restos tomo los que pudo entre sus manos llevándolos hacia la segunda planta de la casa.
—Siempre me pareciste alguien hermosa.
Hablo al ver de frente aquella pintura en la que aparecía una Donna joven junto a su fiel compañera Angie.
Las muñecas que alguna vez la molestaban o jugaban con ella ahora permanecian inmóviles y calladas, no más que viejos juguetes exparsidos por el piso.
Sus pasos hacían eco por aquellos pasillos solitarios.
El rechinido de la puerta fue lo que anuncio su llegada a la que era la habitación de Donna, llena de muñecas y cosas de costura.
Dejando los restos en la cama es que pudo poco después poner a Angie junto a ellos.
—Una vez me dijiste que tu padre te dio a Angie para que no te sintieras sola... Ahora te la regreso.
Cubriendo a la muñeca junto a los restos de su dueña fue su forma de despedirse de aquella singular pareja.
—Dulces sueños.
Hablo suave, sus ojos picaban pero aún así contenía las lágrimas.
"¡¿Llorar?!. Eso es patético, si vas a hacerlo que sea en otro lado."
—Tan linda como siempre Angie...
Con ese último recuerdo es que cerró aquella habitación. A su paso empezó a apagar todas las luces de aquella gran casa llegando a un sitio donde los llantos de cierta criatura hacían eco.
—Quizás no tardes en reunirte con ellas.
Solo una vez había visto aquel "bebé" que rondaba los pisos inferiores y eso en compañía de Donna, Angie no dejaba de insultar lo feo que era, mientras que ella solo permanecía tras de Donna ocultando el terror que le causaba esa cosa.
—Por tu culpa tuve pesadillas un largo tiempo... Pero no tienes la culpa de haber salido feo... Hasta nunca.
Apagando la última luz es como la gran casa quedó en oscuridad una vez Carina cerró las puertas a su salida.
Estando fuera su mirada se elevó al cielo gris por el que pocos pajaros pasaron volando. Por su mente paso la imagen de Heisenberg y el cómo había permanecido ajeno a las muertes de las personas que habían formado parte de su vida.
—Me pregunto si...estarás feliz con como va tu plan...
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El Caballo Y El Lobo
Fanfiction"Veamos de que estas hecha..." Se podría pensar que para el jerarca más egocéntrico de aquellas tierras, amar a alguien o prestar su atención a otra cosa que no fueran sus máquinas sería algo imposible. Pero ¿Qué pasaría...si algo más fuera de lo...