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Se escuchaba el rechinar de las máquinas y el humo no dejaba de salir de la fábrica que trabajaba sin descanso todos los días.

Frente a su escritorio se hallaba Heisenberg haciendo anotaciones; un nuevo diseño para un soldado.

A su alrededor se veía una nube de humo a causa de sus habanos, el olor era fuerte y rancio lo cual provocó un estornudo en Carina, cosa que Heisenberg no esperaba oír haciendo que girará para verla.

—Mierda Carina...¿Cuanto tiempo llevas ahí parada?.

—Un rato...

—Te he dicho que no molestes mientras estoy aquí.

Volvió a voltearse para mirar sus anotaciones.

—¿Qué haces...?.

Se ponía de puntitas en un intento inútil de ver por encima del hombro de Heisenberg.

—Cosas.

—¿Qué cosas?.

—Notas...

—¿De qué?.

—Carina...agh y si mejor vas a jugar por ahí ¿he? Seguro encuentras algo mejor que hacer que estar ahí parada...

—Mmm...okey~.

Heisenberg exhalo "relajado" al ver que le había hecho caso, así volvió a trabajar en sus diseños. Sumiendose en su mundo por un buen rato dando forma a su próxima creación.

—A ver si esto es de tu talla maldita zorra.

—¿Quién es la maldita zorra?.

—Carina por un demonio te dije que no estes por aquí cuando-.

Al momento de voltearse miró que la niña traía una bolsa de dulces cargando.

—¿De dónde sacaste eso?.

—Mm...hay un hombre muy gordo por la fabrica, él me los regalo.

—Él puto Duque...¿qué tiene que andar merodeando por aquí? Y tu niña no comas cosas que te dan extraños. Dame eso o te enfermaras del estomago.

Carina claramente se negó ante su petición.

—Carina...damelos.

—No, me los dieron a mi.

Metió una paleta en su boca.

Era claro que no se los daría.

—Ven acá.

—¡No! ¡Mio!.

Sosteniendo bien sus dulces empezó a correr para escapar de Heisenberg.

—¡Carina!.

—¡No!.

Trataba de retenerla usando su poder en las cosas de metal pero la niña a buena hora empezó a demostrar agilidad y rapidez al esquivar cada cosa que se le aproximaba.

—Hija de...¡CARINA!.

La niña terminó saliendo por la puerta de la fábrica, por nada del mundo entregaría sus dulces.

Heisenberg solo alcanzó a verla correr por el campo hasta pasar el alambrado, miró a sus espaldas todo el desorden que ella le había hecho hacer.

En vez de una mueca de molestia, fue una sonrisa de satisfacción la que se formó al ver eso.

—Hasta que muestras algo de potencial cachorro...

Dio media vuelta hacia el interior de la fábrica donde cierto hombre se topo de frente con él.

El Caballo Y El Lobo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora