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Un estruendo se produjo en el interior de la fábrica desatando el mal humor de Heisenberg que esa mañana se encontraba más irritable de lo habitual. Estado que descargaba en aquellos soldads.

—¡Con un carajo!...ni siquiera muerto sirves de algo mierda.

Entre su cólera terminó aplastando el cráneo del cadáver con el que trabajaba.

—Agh ¡mierda! ¡Mierda!.

Se apartó de su mesa de trabajo arrojando todas sus herramientas, su cabeza permanecia intranquila después de lo ocurrido en la noche, sin mensionar la resaca que le había quedado.

Los metales retumbaban con fuerza cada que él maldecia. Le era frustrante no entender esa clase de sentimientos que empezaban a surgir, y refugiarse en el alcohol sólo lo habia empeorado todo. Recordar la expresión triste de Carina, esos ojos que lo veían con dolor a cada palabra que le había soltado antes de perderse en la oscuridad.

Fueran verdad o mentira, se las había dicho, la había lastimado.

—¡MIERDA!.

Varias vigas de metal se torcieron al rededor de él cosa que cierto visitante no deseado contempló en silencio a espaldas del hombre.

—¿Remodelando~?.

En respuesta a sus palabras recibió el roce de una daga mal direccionada sobre su mejilla la cual con toda elegancia cubrió con un pañuelo de seda.

—Cielos lord Heisenberg, si que amanecimos de humor está mañana.

—Cierra la puta boca Duque de mierda.

—Hum...sera que...ALGUIEN lo trae de mal humor~.

Su risa no tardó en escucharse, ni aún estando rodeado de piezas de metal apuntando a su alrededor listas para empalarlo lo hizo detener aquella risa sosa.

—Tal parece que~ tuvo roces con la joven Carina o ¿me equivoco~?.

—¡Tu no te atrevas a decir su nombre! No tienes derecho, así como no tienes derecho a andarle dando trabajos!.

—¡Oh! No pensé que eso sería tema de disputa...

—Lo es porque ella ¡es mía!.

Ambos hombres se quedaron viendo sin decir palabra, una sonrisa de parte del Duque no se hizo esperar, Heisenberg solo apartó la mirada dándole la espalda mientras dejaba de ejercer su poder en aquellos metales haciéndolos caer estrepitosamente al rededor del gordo que no dejaba de verlo.

No había pensado las palabras, sólo habían salido de su boca, como si siempre hubieran estado ahí.

<<¿Mía...? No, no...eso...no lo pude haber dicho yo>>

<<Pero las dije ¡mierda!>>

<<No estoy del todo equivocado>>

<<Pero ella...despues de todo lo que he dicho y hecho...>>

—Agh...

Su pequeña discusión mental consigo mismo se vio interrumpida por la voz de su visitante.

—Vaya que no acaba de sorprenderme mi lord y no soy alguien que se sorprenda fácilmente.

—Largate...y deja de joder me.

—Claro, claro, pero hay algo que le quiero preguntar mi lord...¿Qué es ella para usted realmente?.

Heisenberg quedo mirando a un punto fijo ¿qué responder ante esa pregunta?.

El Caballo Y El Lobo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora