VIII

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Mamá — la mujer que se encontraba cocinando, dejó de hacer lo que estaba haciendo, soltando la cuchara de madera para poder prestarle atención al paqueño niño que jalaba de su camisa para llamar su atención.

Dime, amor — la mujer se agachó a la altura de su hijo, posando su palma sobre la mejilla del niño con suavidad.

¿Dónde está papá? — El pequeño niño de grandes mejillas habia preguntado inocentemente. Siempre en su escuela notaba como todos sus amigos eran recogidos por sus padres y llevados a comer un helado. Mientras que él siempre tenia que ir solito a su casa sin compañia alguna.

La mujer pareció sorprenderse por la pregunta, pero no queria preocupar a su niño, así que forzando una sonrisa, respondió.

El no está, mi amor — ella se levantó una vez terminó de hablar, retomando su trabajo en la cocina y así evitando que su hijo hiciera más preguntas — Ve acomodando la mesa, Jisungie, ya la comida estará lista.

Y con una gran sonrisa, el pequeño corrió a hacer lo que su madre pedía.

[.]

Abrió sus ojos pesadamente, parpadeando repetidas veces antes de abrirlos por completo y bostezar, soltando un quejido ante el dolor que esa accion provocó en su pómulo. Pozó su mano sobre el area con cuidado de no presionar y que le duela más.

De seguro debe de tener un moretón.

Y de nuevo, como por milésima vez en esa semana, sintió sus ojos aguarse y junto a ello el típico ardor de sentir las lagrimas salir. Reprimió el sollozo que amenazó con salir de su boca, pero estaba cansado, cansado de llorar, de tener que soportar el dolor en sus extremidades, en soportar sus pesadillas, en soportar los recuerdos, en soportar todo.

Tapó su cara con ambas manos, sintiendo las lagrimas rodar por sus mejillas. Sabía que llorar no resolvería nada, ¿pero qué más le quedaba? Estaba atrapado en el mismisimo infierno, y no habia sucedido nada bueno desde que habia llegado a ese lugar. Y trataba, trataba de ignorar los recuerdos, trataba de evitar recordar lo que habia sucedido, pero el constante dolor de su pómulo, las marcas moradas en su cadera y ahora el golpe en su estomago que habia recibido hace unas horas le recordaban que todo habia sido real.

Eran un recordatorio de que estaba encerrado en una jaula llena de leones.

Pasaron varios minutos, hasta que logró calmar sus lagrimas y respirar normalmente. Tomó asiento en la cama ahora preguntandose que hora era, probablemente pasado el medio dia. Soltó un suspiro entrecortado, sintiendose asfixiado de estar encerrado en ese lugar.

Necesitaba tomar aire, pero tenia tanto miedo de salir de esa celda, que no se veia capaz de posar un solo pie fuera de ella. Ni si quiera podia darse un baño tranquilamente, ¿Ir al patio iba a ser mejor? no lo creia.

Miró sus manos sobre sus piernas, sucias. Luego dió un vistazo a toda la celda, la cual no se habia tomado el tiempo de detallar, debido a obvias razones. Y tal como habia pensado el dia que llegó, era más espaciosa que las demás, no por mucho, pero si lo era. Supuso que se debia al peli negro, pues no tenias que ser inteligente para darte cuenta que ese hombre era el que mandaba en ese lugar, le habia quedado muy claro hace unas horas.

Y no sabia si debia alejarse, o tratar de ganar su confianza. Es decir, si se juntaba con Minho, podria evitar que otros se le acercaran, ¿pero Minho estaria dispuesto a aquello?, él no tenia nada que ofrecer a cambio de su protección y dudaba mucho que fuera facil acercarse a él. Por otro lado, no sabia de qué es capaz de hacer si se le acercaba o si decia algo que le disgustara. Las veces que le habia salvado habian sido pura suerte, ni si quiera sabia por qué lo habia hecho. Una de las pocas explicaciones que le encontraba a aquello, era que queria usarlo para después aprovecharse y follarlo.

REO 《MinSung》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora