XXXIII

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Era muy pequeño para entender.

Los juegos con su mamá, las noches sin comer, los gritos en la cocina, los golpes diarios. Todas esas eran cosas difíciles de entender para un niño como Jisung.

— ¡Papá, no me gusta! — un pequeño Niño de no más de siete años lloraba sin cesar cuando sentía la correa de cuero impactar en sus piernitas.

— Es solo un castigo por lo que hiciste, cariño— respondió la voz gruesa y rasposa del hombre al que llama padre, luego de que impactara el cuero contra su piel por cuarta vez. — Si guardas silencio y eres un buen chico, no se repetirá, ¿de acuerdo?

El pequeño Niño de mejillas regordetas asintió fervientemente con la cabeza, dispuesto a ser un buen niño para que su padre dejara de hacerle feos moretones en los brazos. No entendía porqué su padre siempre lo golpeaba cada vez que se alejaba de su toque ¡No le gustaba! Pero su padre decía que estaba bien, y luego lo reprendía.

Tampoco podía entender porqué su madre no le permitía decirles a sus amigos de la escuela sobre el juego que siempre jugaba con su madre por las noches ¡Ya no sabía qué jugar con su amigo Sannie! Pero como el chico obediente que era, decidió hacerle caso a su madre y guardar silencio.

Se dejó hacer por su padre, y cómo cada vez que el hombre se acercaba, su mente se volvía oscura y una espesa niebla negra cubría su visión, para luego despertar por la mañana en su camita.

Abrió sus ojitos perezosamente, sintiendo un ardor indescriptible en sus muslos y bracitos que hizo que su vista se nublara por las lágrimas ¡Dolía mucho! Pero su padre siempre lo regañaba cuando mostraba cualquier signo de dolor.

Limpió sus ojos con sus manitas y se metió al baño para empezar a vestirse para el día de escuela, cuando salió al desolado pasillo, no vió a nadie, como siempre.

Su pecho se apretó y bajó las mangas de su suéter azul cielo hasta que solo las puntas de sus deditos fueron visibles. Sin esperar algo, abrió la puerta de entrada y salió, caminando solitariamente hacia su escuela.

A pesar del creciente dolor en la parte interna de sus muslos, no podía evitar sentirse feliz de hablar con su mejor amigo Sannie ¡Quería contarle sobre el chocolate que le dió su madre el día anterior! Incluso le había guardado una barrita.

Cuando por fin divisó la entrada de la escuela, buscó con la mirada a su amigo, que siempre lo esperaba en una de las bancas. A lo lejos lo vió conversando con otro chico y aumentó la velocidad de sus pasos.

Sin esperar más se abalanzó sobre el otro, sacándole un grito de sorpresa.

— ¡Hola Hannie! — le saludó el pequeño con una sonrisa que con gusto se la devolvió mostrando sus encías en una peculiar sonrisa de corazón.

— ¡Hola Sannie! ¡Adivina qué me dió mi mami ayer! — entusiasmado empezó a buscar dentro de su mochila mientras San lo miraba expectante. — ¡Ta-dah!

Mostró la barra de chocolate entre sus dedos a lo cual su amigo abrió los ojos sorprendido, le gustaba mucho el chocolate y su madre casi nunca lo dejaba comerlo.

— ¡Es para ti! Un regalo — San casi gritó de la emoción y abrazó a Jisung con fuerza.

— ¡Gracias Hannie, eres lo mejor! — ambos rieron alegres y se dirigieron a sus aulas de clase sentándose uno al lado del otro.

Las horas pasaron aburridas para el par de niños que reían por lo bajo mientras conversaban, hasta que llegó la hora de educación física y se dirigieron a los baños para cambiarse.

REO 《MinSung》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora