XIX

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— Jisung es lindo, ¿no? — Minho miró de reojo por un segundo al menor de pecas quien se encontraba caminando a su lado. Acababan de dejar a Jisung en su celda, lo habían invitado a ir con ellos al lugar a donde ellos siempre iban, pero había rechazado la invitación diciendo que aún debía reposar por su brazo. — Te gusta, ¿cierto?

— ¿De qué hablas? — Ahora si había volteado por completo a ver a su amigo quien parecía haberse vuelto loco. Se encontró con la mirada reprochadora del más bajo, quien negó formando una sonrisa.

— Es obvio— se encogió de hombros — La forma en la que lo cuidas y lo miras. Nunca en estos dos años, o incluso desde antes, habías tratado a alguien como lo haces con él.

— Creo que estás exagerando — Minho desvió la mirada a otro lado, tropezándose un poco con sus palabras y maldiciéndose por ello.

— ¿Me lo vas a negar? — se rió — Vamos Minho, te conozco desde hace años. Puedes fingir todo lo que quieras, pero ese corazón de piedra que tienes también puede sentir. — Con una sonrisa, y estando seguro de lo que decía, se volteó para caminar de espaldas y poder ver mejor al mayor, quien no dijo nada.

No podía negarlo, pero tampoco lo diría en voz alta aunque realmente no había necesidad de hacerlo, Felix no era ciego ni mucho menos tonto; conocía muy bien a Minho, habían hecho incontables misiones juntos que los habían llevado a ambos a conocerse mejor.

Al ver que Minho no decía nada, Felix decidió dejar morir el tema allí, sabiendo que no sacaría nada de aquel hombre más que aquello, de todas formas, no hacía falta confirmar algo obvio.

Siguieron caminando en silencio hasta una parte retirada, más allá del patio pasando por una puerta de metal que daba a una cancha de baloncesto semi abandonada. El lugar era cerrado y la iluminación era casi nula lo que no les permitía ver más allá, sin saber que en una esquina del lugar habían restos de ropa y sangre seca.

Sin saber lo que había pasado allí, siguieron caminando hasta la parte trasera de la cancha, encontrando otra puerta de metal. La abrieron y se encontraron con una habitación bien iluminada, allí se encontraron con un mini gimnasio, a su derecha se posaba un espejo que iba por toda la extensión de esa pared, y en el lugar habían varios sacos de boxeo y pesas.

Al adentrarse escucharon suspiros y golpes, vieron a lo lejos a BangChan con una camisa negra completamente pegada a su cuerpo por el sudor golpeando fervientemente un saco que colgaba del techo y a ChangBin monitoreando sus movimientos con las manos sobre su cadera.

Se acercaron hasta poder verle la cara a BangChan y se saludaron a pesar de haberse visto hace no más de media hora. El rubio golpeaba con fuerza y velozmente el saco, haciendo que éste se sacudiera y las cadenas que lo sostenían chocaran entre sí.

Un par de combos de golpes más y se detuvo, tomando el saco con ambas manos para que no se moviera, secó el sudor de su frente, dirigiéndole una sonrisa a Minho y Felix.

— Creí que Jisung vendría con ustedes — Dijo entre suspiros de cansancio, inclinándose para tomar una botella de agua en el piso.

— Tiene que guardar reposo por su brazo — Dijo Felix, quien se había tomado su tiempo de escrutar al mayor de arriba abajo.

— En ese caso.. — ChangBin tomó unos guantes de un banco que se encontraba cerca  para dárselos a Minho y luego tomar otros para él mismo. — Hyunjin vino hace unos minutos.

Minho tomó los guantes de boxeo y se los colocó, dirigiéndose al centro de la sala, donde había un espacio amplio vacío especial para esos encuentros.

Esperó a que ChangBin se colocara frente a él para luego posicionarse en modo de defensa con sus puños frente a su cara, el más bajo copiando el movimiento.

REO 《MinSung》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora