Capítulo 1:

1.5K 202 28
                                    

La biblioteca, como siempre, está casi vacía y con un silencio que a muchos les da miedo, pero que a mí me tranquiliza

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

La biblioteca, como siempre, está casi vacía y con un silencio que a muchos les da miedo, pero que a mí me tranquiliza. Nunca he sido fan de la lectura, pero este es el único lugar del instituto donde el ruido no es tormentoso, y puedo escuchar música sin que nadie me moleste.

Estoy sentada en la última esquina del local, lugar que ha sido mi escondite desde que lo descubrí. Digo mi escondite porque cuando quiero que nadie me encuentre es aquí a donde vengo.

A mi lado hay una gran cantidad de libros amontonados al descuido, creo que a los chicos castigados los mandan a organizarlos, pero lo último que hacen es mirar hacia esta esquina, y eso explica el polvo que acumulan la mayoría.

El ruido de la alarma de incendios me hace quitarme mis audífonos, algo asustada. Cuando veo a los pocos chicos correr hacia la salida y la blibliotecaria los frena me tranquilizo, es solo uno de esos simulacros que tanto les gusta hacer.

Pongo mis ojos en blanco y sigo dibujando mis bocetos, amo diseñar prendas para vestuarios y por ello me concentro en darle un acabado hermoso a este nuevo diseño que tengo en mis manos.

Aunque todo se va al carajo cuando las luces se apagan sumiéndome en la absoluta oscuridad. Resoplo con fastidio y recuesto mi cabeza en el montón de libros que tengo detrás de mí, ya solo me queda escuchar música hasta que termine el dichoso simulacro.

—¿Quién eres y qué haces aquí?

Esa pregunta con ese tono molesto me hace quitarme los audífonos de nuevo, sorprendida. A este rincón nunca viene nadie, esa pregunta debería hacerla yo.

—Soy una alumna que está tranquila en su soledad y has venido tú a interrumpirla. ¿Necesitas algo? —respondo yo igual de irritada.

Esa voz (que se me hace bastante conocida, pero aún no logro identificar) no se inmuta con mi respuesta.

—Sí, necesito que te vayas con tu soledad a otra parte, este lugar es mi guarida y tú estás de intrusa estorbando donde no debes.

—¿Cómo dices? Para tu información, yo vengo aquí siempre, así que en todo caso el intruso eres tú —alego ya bastante molesta. Lo que más me molesta era que apenas veo su silueta, la oscuridad no me deja ver más que eso. Es un chico, es de lo único que estoy segura.

—Pues, para tu información —contraataca él—, los libros en los que estás tan cómodamente recostada son míos.

—¿De qué hablas? —Arrugo mis cejas claramente confundida—. Estos son libros de la biblioteca.

El chico resopla con algo de fastidio.

—Si tanto vienes aquí como dices te habrás fijado en que todas las portadas de los primeros libros están firmadas con dedicatorias de una mujer. Esa mujer es mi madre, la autora de todos los libros que estás aplastando en estos momentos.

El Secreto de NathDonde viven las historias. Descúbrelo ahora