Capítulo 27:

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—El día de hoy es demasiado importante, muchachos. Si no ganamos este campeonato, todo el trabajo y esfuerzo que hemos hecho hasta ahora habrá sido en vano.

Todos estamos nerviosos, es el tercer y último campeonato que tenemos antes de las nacionales y debemos ganar sí o sí.

Ha pasado un mes desde lo que le ocurrió a Natalia y, a pesar de que no han surgido más imprevistos, ataques o mensajes extraños, yo me siento como la mierda.

El castigo de mi padre lo he tenido que cumplir a rajatabla. Nunca he sido una chica de desobedecer. De hecho, mi necesidad de organización, responsabilidad y disciplina se lo debo a mi padre, al ser mi ejemplo a seguir, pero cuando te sientes asfixiada buscas respirar de cualquier manera posible, y eso era lo que yo intentaba hacer con la ayuda de Nath y mis amigos, que hacían lo posible por estar conmigo para mejorar mis días, y le inventaban excusas a mi padre para que me dejase salir a algo más que el colegio o los ensayos. De nada sirvió.

Otra cosa que me molestó de sobremanera —y que ya veía venir—fue ver que los tipos esos, además de ser guardaespaldas al parecer también son chivatos. ¿Por qué lo digo? pues porque mi padre sabe todo lo que hago en todo momento, incluso si durante los entrenamientos, cuando el Sr Pérez se iba a hacer cualquier cosa dejándonos solos por unos minutos, aprovechábamos ese tiempo de descanso para que Nath se sentara conmigo y me escondiera detrás de las gradas con él, para que la guardia de papá no me viera y pudiera relajarme al menos unos cinco o diez minutos.

Tal vez creen que exagero, pero es totalmente asfixiante tener dos personas que no dejan de seguirte y asegurarse de que todo el que se me acerca es de fiar y no me hará daño.

Agradecería las intenciones de papá, si la situación no fuera tan insoportable como lo está siendo.

Los primeros dos días en los que Nath me ocultaba fueron un respiro que me supo a gloria pero... el tercer día no fue tan de alivio como quería, de hecho, casi me costó mi salida del equipo. Por suerte la directora y el entrenador le insistieron a papá para que no me empeorara el castigo, y a estas alturas ya no sé si fue mejor o peor.

Ahora no solo me vigilan los guardias, sino también el entrenador, Marlon y la directora a través de las cámaras del colegio.

Estoy atrapada como si fuera una delincuente cuando según mi padre, la víctima soy yo.

—Sé que están nerviosos y es totalmente normal—continúa hablando el Sr Pérez—, pero no pueden dejar que la presión los supere —y sé que eso último ha sido dirigido hacia mí. Aún así no retiro mi vista de la ventana, mi cabeza está en cualquier lugar menos en el autobús. No me interesa hablar ni escuchar a nadie. No me interesa nada más que mirar por la ventanilla los árboles y los edificios que pasan con rapidez.

En eso me enfoco durante todo el trayecto del viaje.

En realidad debería de estar agradecida, porque debido a la insistencia de nuestra directora los guardias no pudieron venir con nosotros ya que estorbaban, y el entrenador supo convencer a mi padre explicándole que el motel tenía toda la seguridad necesaria, además de que me necesitaba centrada en el baile y no con la tensión de que alguien me vigilara. Entonces, ¿Por qué siento como si nada en estos momentos pudiera subir mi humor?

—Podemos con esto, equipo. Podemos con esto y con mucho más, ¿De acuerdo?

Hay un coro de: ¡Claro que sí! y mil exclamaciones más. A diferencia de mí, todos están emocionados. El colegio contra el que competiremos hoy es bueno, pero no nos llega ni a los talones, palabras del entrenador, no mías.

Al llegar al motel en el que nos quedaremos estos próximos dos días y todos comenzamos a bajar veo que tras una seña del Sr Pérez, Marlon asiente y se acerca hasta mí deteniendo mi andar. Nath me indica que esperará en la recepción cuando Marlon me pide un momento para hablar a solas con él.

El Secreto de NathDonde viven las historias. Descúbrelo ahora