Capítulo 20:

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—Samay Anderson.

Me volteo ante la mención de mi nombre y la encuentro cruzada de brazos y con la mirada altiva. Por alguna razón hago exactamente lo mismo.

—Xelianna Thomas —correspondo a su saludo retador.

Ella sonríe, pero no es una sonrisa malvada, es más como incrédula, no deja de mirarme de arriba a abajo. Sé que analiza detalladamente mi vestuario, peinado y maquillaje. Termina soltando una risa despectiva.

—Así que aquí estamos.

Frunzo el ceño sin dejar de verla.

—¿A qué te refieres? —cuestiono confundida, ella suspira como si lo que sea que vaya a decir fuera evidente para cualquiera menos para mí.

—Pensaba que harías todo esto sólo de fachada. Jamás imaginé que realmente quisieras sustituirme.

No puedo creer que esa haya sido su primera conclusión.

—¿Sustituirte? —bufo ante sus palabras—. Anna, no eres el centro del universo, al menos no lo eres para mí —y antes de que argumente con algo que estoy segura no tendrá el menor sentido alzo mi mano para que no me interrumpa y continúo—. Nath no era tu novio cuando comencé con él —aclaro como primer punto—. Y esto de las animadoras tampoco lo hice por tí, es sólo un grupo de baile. Tampoco veo por qué darle tanta importancia a algo que acabará en cuanto nos graduemos.

—Para tí es sólo un grupo de baile —murmura ella indignada—, para mí es el único lugar donde me permito ser yo misma.

Ante eso me quedo sin palabras. Por mucho que su tía me haya contado su historia desconozco su punto de vista y el cómo ve las cosas, así que opto por el silencio como respuesta.

—Además —continúa ella—, no sólo me quitaste eso, ahora también eres la chica más popular del colegio y sé que sólo es porque sales con Nathaniel, sé que sin él no serías nadie, pero aún así me quitaste mi lugar, el que me ha pertenecido desde que comenzamos la secundaria. Algo que he mantenido durante dos años, casi tres, tú de un momento a otro me lo has arrebatado en un abrir y cerrar de ojos.

Niego incrédula dando un paso hacia atrás. No puede estar hablando enserio. Aunque por su expresión resentida noto que sí lo hace. No está mintiendo en lo absoluto.

—Anna, ¿De qué te sirve ser popular? —pregunto entonces.

—Ser aceptada por la sociedad te da más posibilidades de las que te imaginas —responde sin dudar. Casi parece que lo ha dicho en automático, como si fuera una máquina automatizada para responder esa pregunta.

Pongo mis ojos en blanco.

—Dime una. Sólo una —le pido encarnando una ceja.

Ella se queda en silencio pero también niega repetidas veces, como si no quisiera aceptar lo que le estoy diciendo, lo que intento hacerle entender.

—La sociedad no hace más que destruirte, Anna —trato de convencerla, pero sé que no será tan sencillo con decirle un par de palabras. Aún así no pierdo nada con intentarlo.

—Cállate. No sabes nada. —no me sorprende esa respuesta.

—De hecho, sé más que tú —anuncio firme—. Dime algo, Anna. Desde que tienes uso de razón, ¿Cuántas veces has sonreído de verdad? ¿Cuántas veces te has emocionado, reído, divertido genuinamente y no sólo para aparentar?

Ella se toma un momento para responderme.

—Más de las que crees —musita en un susurro, pero por la forma en la que lo dice sé que se está convenciendo a sí misma.

El Secreto de NathDonde viven las historias. Descúbrelo ahora