Epílogo:

231 20 3
                                    

—Por Dios, ¿Qué más te falta?

—¡No se te ocurra entrar aún! —amenazo entrando en pánico cuando veo el desastre que he creado.

—¿Por qué no? ¿Qué es lo que estás haciendo que no puedo entrar?

Cierro mis ojos con frustración. De acuerdo, debo calmarme si no quiero que esto salga peor.

—Llama a las chicas para que vengan un momento, por favor.

Nath bufa desde el otro lado de la puerta.

—Sam, llevamos media hora de retraso. Tu padre dentro de poco debe regresar a trabajar. ¿Qué es lo que sucede ahí dentro?

Pues, lo que sucede básicamente es que quise explorar un look nuevo en mi cabello, pero... no salió tan bien como esperaba y ahora temo en grandes medidas que mi novio vea lo que su rizos ha hecho con sus rizos.

—Por favor. Cuanto menos tardes en llamarlas menos habré tardado en terminar.

Nath resopla y se marcha de la habitación murmurando maldiciones.

En el fondo comprendo que esté enojado, lleva casi dos horas listo y esperándome para ir al baile de graduación. Baile al que nuestra directora ordenó que todos, sin excepción de ninguno, debíamos ir.

Han pasado ya unos tres meses desde que desperté del coma, e increíblemente no tengo ningún daño residual de las heridas que la bala provocó en mí al atravesar mi cuerpo.

El juicio de Marlon concluyó con una sentencia de cadena perpetua por homicidio, secuestro, maltrato físico y psicológico, acoso sexual y tráfico de blancas. A pesar de eso, mi padre se encargó de dejarlo en una prisión específica donde según le han informado —no soy chismosa, por las paredes del despacho se escucha todo—, su estancia en prisión no está siendo nada, pero nada agradable.

Mi madre fue a visitarme al hospital en cuanto se enteró de que había despertado. Nuevamente tuve sentimientos encontrados con ella. En primer lugar porque una vez más intentó convencerme de irnos juntas a New York, que aún le daba tiempo de hablar con su socio para negociar sobre mi beca. En segundo lugar porque me dolió mucho saber de lo que había sucedido estando yo inconsciente. Que tu propia madre no tenga esperanzas de que despiertes de un coma... joder, duele.

Como no tuve daños permanentes en mi cuerpo pude incorporarme al equipo de porrismo junto a las demás chicas. En honor a Lorena preparamos una coreografía totalmente adaptada a su estilo y quedó tan increíblemente bien que por supuesto, por cuarta vez consecutiva y de forma mucho más significativa, ganamos el campeonato nacional de fútbol y también de porrismo. Aún recuerdo como nos hicieron entrevistas y celebramos en el mismo hotel el cumpleaños número 16 de Nath.

Ahora estaríamos de camino a nuestra graduación-baile de fin de curso de no ser por mi emergencia actual.

—Toc toc. ¿Se puede? —pregunta la voz de Maura al otro lado de la puerta.

—¿Nath también está con ustedes?

Se escucha un nuevo resoplido que en medio de mis nervios me entran ganas de reír. Cubro mis labios para no delatarme. —¡Que ya entendí! ¡Que ya me fui!

—Joder —exclama Anna riendo—, si hasta rimó y todo.

—Venga, Sam. Ya puedes abrir —me anima Maura.

Suelto un suspiro entrecortado y abro la puerta dándome la vuelta casi que al mismo tiempo. Cubro mi rostro entre mis manos para que no vean el enorme sonrojo que traigo.

Maura es la primera en hablar. —Guao... te ves... diferente.

Gimo en protesta.

—Diferente fatal.

El Secreto de NathDonde viven las historias. Descúbrelo ahora