—No puedes culparlo de su reacción, Sam. Ni siquiera con nosotros, tus amigos de años, te has comportado así de cruel.
Abro mi boca para protestar pero él niega enseguida haciendo que haga un puchero.
—Fuiste cruel y muy hiriente. Acéptalo. Te comportaste como una total inmadura irracional y tiene toda la razón del mundo en no querer hablar contigo en estos momentos.
Golpeo mi cara contra la almohada y suelto un grito que no se escucha pero que aún así alivia un poco —muy poquito— mi malestar emocional.
Ayer no tuvimos celebración luego del campeonato, ya que fue el acuerdo que tuvo mi padre con el entrenador para no dejar ir a los guardias. O ellos me iban a buscar al día siguiente o regresábamos todos para que yo no volviera sola. Y como luego de las fiestas anteriores nadie ha tenido muchas ganas de celebrar nada, el entrenador no puso objeción alguna y aceptó el trato.
Nath se sentó lo más lejos que pudo de mí en el autobús, Lorena me veía dolida y yo sólo me hundí en el último asiento, me puse mis audífonos y no hablé con nadie durante todo el camino. Necesitaba pensar en todas mis cagadas y frustraciones.
Y de todo lo que pensé durante el viaje, me di cuenta de cuán estúpida he sido, y como he provocado una discusión con el chico que quiero, por algo que pude resolver de una manera muy distinta y menos agresiva.
Me di cuenta de que sólo quería explotar y desahogarme de alguna forma, pero Nath no es mi saco de boxeo para eso, no tiene la culpa de lo que me sucede. De hecho, ha tenido una paciencia infinita conmigo y yo terminé pagándole así.
No lo merecía.
Lo de los celos fue... sólo otra cosa más que me incitó a armar drama. Por mucho que la tal Sonia fuera guapa, Nath dejó en claro desde un principio que yo soy su novia y en ningún momento hubo miradas cómplices o de picardía entre ambos. Es más, rato después me enteré que el tal Oliver es su novio desde hace cinco años.
Sí, épico.
Oshlen ha venido a verme en cuanto le hice la llamada de emergencia. Que es básicamente llamarlo dos veces y colgar al primer tono. No tardó mucho en aparecer y escucharme.
—¿Te arrepientes de tu actitud de ayer? —me pregunta desde el otro lado de la cama.
—Me arrepiento de todo lo que hice y dije —respondo. Mi voz sale amortiguada porque hablo contra la almohada.
—Pues entonces sabes lo que tienes que hacer, Sam. Él merece unas disculpas y un buen delicioso como recompensa de tu actitud odiosa.
Golpeo con otra de mis almohadas su pierna y él sonríe, pero luego hace una mueca.
—Nathaniel está muy dolido, Samay. Lo lastimaste mucho.
—Joder, ya lo sé —me quejo cerrando mis ojos con fuerza. —Y encima papá no está y no puedo salir de casa. Quiero ver a Nath lo antes posible pero estos imbéciles no me dejarán salir.
Oshlen se queda en silencio y abro uno de mis ojos para verlo desde mi posición. Él tiene una expresión pensativa que me hace despegar mi cara de la almohada para abrir mi otro ojo e incorporarme para poder verlo mejor.
—¿Qué? —pregunto cuando deja de ver al suelo y me ve a mí con un aire misterioso. Encarno una de mis cejas. —¿Qué pasa?
—Sam, ¿Aún recuerdas cómo bajar por la ventana? —pregunta pensativo.
—Claro que lo recuerdo. ¿Recuerdas tú que papá de una forma u otra siempre se da cuenta de cuando lo hago?
—¿Y qué pasa si se entera?
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El Secreto de Nath
Teen FictionSamay Anderson, una chica de 15 años tiene un crush, el típico chico de apariencia atractiva y atrayente, pero al contrario de lo que muchos piensan una excelente persona. Nathaniel (Nath) Hilton, capitán del equipo de fútbol de su instituto y el c...