Capítulo 3

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Lo primero que me dio por hacer fue fruncir el ceño e indignada, rebatirle:

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Lo primero que me dio por hacer fue fruncir el ceño e indignada, rebatirle:

-No huyo de tí.

Nath, sorprendido de que le hablara y no intentara huir nuevamente alzó una ceja. Dio un paso hacia mí con diversión. Yo di uno hacia atrás.

-Claro que sí -me contestó.

-Claro que no.

-Que sí -y antes de que pudiera volver a llevarle la contraria me interrumpió. -Si no es así, ¿Por qué cada vez que intento acercarme a tí te vas corriendo como si fuera a hacerte algo?

-Solo... estaba apurada porque había olvidado algo.

Nath sonrió aún más divertido.

-¿Las tres veces que te fuiste corriendo olvidaste ese algo? Qué olvidadiza eres -el tono divertido en sus palabras era evidente. Tragué saliva una vez más.

Esta vez no supe qué decir. Cualquier argumento que dijera perdería su validez porque sí, era bastante evidente que huía de él.

De pronto Nath frunció el ceño sin dejar de mirarme. Su expresión se volvió sombría cuando dio un paso hacia atrás, como si lo que fuera que estuviese pasando ahora por su cabeza cobrara sentido.

-Ya entiendo. Todo... todo iba bien hasta que te diste cuenta de que soy Nathaniel, el chico que según todos piensan es un hijo de puta, cabrón, mujeriego y todas esas barbaridades que hablan de mí, ¿No?

Espera, ¿Qué? ¡¿Qué?! ¡No! No tiene nada que ver con eso. ¿De qué está hablando? ¡Ni siquiera me creo esos chismes! Sé que él no es así. Se que Nathaniel nunca ha sido así.

Esta vez la que frunció el ceño fui yo y me crucé de brazos, indignada. Nath me miraba con curiosidad, expectante a lo que diría.

-¿Entonces crees que soy de las personas que se creen el mínimo chisme que suelten?

-No lo sé. No te conozco.

-Ya veo. Entonces, si no me conoces, ¿Para qué me buscas con tanta insistencia?

Su expresión cambió totalmente a una arrepentida. Enseguida se dio cuenta de lo que quise decirle. Después de todo lo que habíamos hablado la respuesta la tenía frente a sus ojos.

-Lo siento. Solo trato de entender por qué huyes de mí todo el tiempo.

Suspiré y me pasé una mano por mi rizado cabello, nerviosa. Grave error, porque entre el sudor de mi mano, los rizos y el anillo pequeño que traía en el dedo anular (regalo de mi madre) quedó atrapado en mi cabello, causando que ahora no pudiera bajar la mano.

-Mierda...

Murmuré frustrada ante la vergonzosa situación. Solo a mí me pasan estas cosas.

-Déjame ayudarte -escuché decir a Nath luego de ver su sombra acercándose a mí.

El Secreto de NathDonde viven las historias. Descúbrelo ahora