Samay Anderson, una chica de 15 años tiene un crush, el típico chico de apariencia atractiva y atrayente, pero al contrario de lo que muchos piensan una excelente persona.
Nathaniel (Nath) Hilton, capitán del equipo de fútbol de su instituto y el c...
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-¡PAPAAAAAAAAAAAAAAAA!
-¡¿QUIÉN ME LLAMA?!
-¡EL AMOR DE TU VIDA Y SE LLAMA SAMAAAAAYYY!
-¡EXIJO PRUEBAS O ES FAKE!
Entre risas suelto mi bolsa y voy corriendo a la cocina hasta saltar sobre la espalda de mi padre. Él, riendo también, con esa agilidad que tanto lo caracteriza me hace voltear quedando de frente y me abraza con fuerza dándome un par de vueltas en el aire.
-¡JODER, TE EXTRAÑÉ PAPITOOOOOOO!
-¡Hey! Un poco de respeto y retire lo primero.
-Okey okey, pérate -recupero el aire que perdí con el grito para volver a chillar-. ¡TE EXTRAÑÉ, PAPITOOOOOOOO!
Mi padre suelta una carcajada y me da muchos besos en la coronilla sin soltarme.
Puede que tenga ochenta años, pero siento que nunca dejaré de ser su bebé, y eso me encanta.
Juan Anderson es un investigador privado y agente de policía de nuestra ciudad. Es muy bueno en lo que hace, por lo que su trabajo le consume bastante tiempo. Aún así, nunca me ha dejado de lado, por lo que somos muy unidos. Casi que uña y mugre.
Es un hombre que para tener 47 años luce de unos treinta, y no miento, una vez una chica de mi salón me preguntó quién era y si tenía novia. Me dio bastante asco imaginarla con mi padre, lo admito.
Papá me baja y me incorporo en el suelo. De pronto siento un maravilloso olor y me volteo sorprendida. O mai god, mi padre ha cocinado.
Lo miro con los ojos bien abiertos y él sube y baja las cejas con una sonrisa.
-¡Estás cocinando! ¿Qué celebramos?
-En realidad nada. Tenía ganas de cocinar y aproveché para consentir a mi bebé.
-Aww ¿Ves por qué te amo?
-No sea aduladora y vaya a cambiarse. Ya casi termino esto.
Suelto otra risotada y voy corriendo a las escaleras que llevan a mi habitación.
-¡RECOGE TU BOLSA, SAM!
Freno mi carrera de golpe y divertida me deslizo por la baranda hacia el salón para recoger mi bolsa, de reojo puedo ver como mi padre niega con la cabeza, riendo por lo bajo.
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