Olivia estaba esperando a su novio para ir juntos al Starbucks a tomar algo, como solían hacer siempre.
Alex es azabache, de pelo ondulado y ojos marrones casi negros, alto y a simple vista, amable. Juega fútbol y cualquiera diría que es un santo por lo amable que es. Pero da la casualidad que Diana lo conocía, y no por cosas buenas. Alex es super amable, claro, eso es lo que le da a entender a Olivia cuando le da la mano al caminar y al resto por lo caballeroso que es. Pero Alex es un hijo de puta, claro, eso es lo que le da a entender a Diana, y a Emma por lo que el otro día hizo.
—Hola princesita —saludó Alex cuando llegó a su lado.
—Hola —saludó de vuelta, poniendo las manos en sus mejillas y dándole un corto beso—. ¿Vamos al Starbucks?
—Lo siento, amor, pero hoy tengo que hacer un viaje, y es en unos minutos, de pura suerte me da tiempo ir al baño —dijo mientras se rascaba la nuca—. Voy a pasar el finde fuera
—Está bien, nos vemos el lunes —Alex asintió y le dio otro beso— Adiós.
—Adiós, mi vida —le mandó un beso en el aire y empezó a caminar en dirección contraria a la de Olivia.
Olivia sacó su móvil y entró en contactos, buscó el de Emma y la llamó
—Dime, guapa —habló Emma desde el otro lado del móvil.
—¿Ya te has ido? —preguntó, apoyándose en una pared.
—Nel, acabo de salir del baño del insti, no me podía aguantar hasta casa —respondió, haciendo reír a Olivia.
—Ok, pues te espero fuera y me acompañas a casa.
—Vale, guapa.
Y colgó, esperando a ver a su rubia favorita salir del instituto. De un momento a otro, Emma salía corriendo del instituto, con un profesor detrás de ella. Agarró la mano de Olivia y se fueron corriendo. Cuando pararon, Olivia la miró con una ceja levantada.
—Puede que me hubiera colado en una clase a recuperar lo que me había quitado un profesor —comentó mirando a Olivia con ojitos de ángel.
—Eres flipante.
—Gracias guapa, yo también te quiero. Por cierto, ¿qué ha pasado? Tienes cara de que ha pasado algo —preguntó subiendo ambas cejas.
—Alex —Emma rodó los ojos sin que Olivia se diera cuenta—, tenía que irse a no sé donde.
—Ah, vale —exclamó rascándose la nariz—. Cualquier cosa me lo puedes contar.
—Lo sé —le sonrió—. ¿Quieres comer en mi casa? —preguntó, cambiando de tema y señalando la entrada del piso.
—Claro.
Ambas chicas entraron y subieron al tercer piso, donde vive Olivia.
Siempre que estaban juntas, se sentían bien, es decir, eran amigas desde infantil, y siempre habían congeniado bastante bien.
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Mi perfecta perdición ©
RomanceElla era un completo caos. Todo por donde pasaba quedaba destruido, y eso la destruía también a ella. Era un pequeño rayo de luz que quemaba y destruía, por la oscuridad que le nublaba la vista. Diana era un desastre hecho para repararse y ser fuert...