Capítulo 31

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—¿Lo tenéis todo? —preguntó David, el tío de Diana, mirando a las tres adolescentes cargar las cosas en el maletero.

—Espera, me falta la gata —habló Diana intentando ir hacia su casa.

—Quieta fiera, de tu gata se ocupa tu hermano y tu padre —habló el rubio agarrándola de la camisa—, ahora para coche, venga, que si no nos vamos ahora llegaremos mañana en vez de a la hora de cenar.

Las tres adolescentes entraron en el coche, Emma detrás del conductor, Diana en el medio y Olivia detrás del copiloto.

—¿Y cómo te va, Diana? —preguntó su tío.

—Yendo —respondió sonriendo.

—Que maja —contestó Clara, la tía de Diana—. Ahora enserio.

—Pues No sé, bien supongo —respondió empezando a rascarse los nudillos—. Mamá sigue igual de insoportable y papá hace lo que puede, entre el trabajo y tal tiene poco tiempo libre, y cuando lo tiene lo pasa conmigo y Lucas

—¿Al final iras para letras o artes? —preguntó su tío, mirándola de reojo.

—Artes, me encanta letras pero el arte me gana y lo sabes —le sonrió y miró a la ventana de Olivia, aunque le daba miradas a Olivia de vez en cuando.

—¿Qué tal está Anna?

—Detrás de un tío el cual no me quiere decir quien es porque se piensa que le voy a criticar hasta el alma —respondió Diana y Emma soltó una leve risa—. ¿Qué?

—Que capaz eres.

—Cabrona.

Ambas empezaron a reírse mientras Clara conectaba la música.

El viaje a Diana le estaba dando sueño, no dejaba de bostezar. Mientras sus amigas hablaban con sus tíos, poco a poco se fue durmiendo.

—¿Se ha dormido? —preguntó Emma mirándola.

—No es nada nuevo —le respondió Clara—. Los viajes le dan sueño desde pequeña. ¿Te acuerdas cuando era pequeña y para que se durmiera le dábamos una vuelta en tu coche? —le preguntó a David y este soltó una carcajada.

—O cuando para calmarla teníamos que poner música. Era rara —continuó David.

—Sigue siendo rara —comentó Emma con una leve risa.

—Aunque ha cambiado mucho —habló David—. Desde que cumplió los 8 años dejo de sonreír como antes, empezó a distanciarse de sus padres, también de nosotros De todos.

—Cambió hasta la forma de ser, no era ella misma A día de hoy aún no sabemos el por qué —prosiguió Clara.

—Le cuesta mucho expresarse —comentó Olivia, viendo como la cabeza de Diana caía en su hombro—. Muchas veces ha llorado en mis brazos como si no hubiera un mañana, y nunca me ha dado explicaciones, aunque tampoco se las he pedido, no quería presionarla —se quedó el coche en silencio mientras de fondo sonaba una canción que Olivia identificó como saturno de Pablo Alborán—. Diana es un amor de chica, y trasmite mucha paz, pero creo que hubo o hay alguien que le hace pensar lo contrario. Se desvalora muchísimo, y me sabe fatal, porque me importa, y no me gusta verla mal

Poco a poco fue levantando el brazo para acariciarle el pelo, fijándose en la tranquilidad que se percibía en su rostro tras cada exhalación.

—Su madre —suspiró David, viendo a lo lejos una gasolinera—, siempre le ha metido ideas extrañas en la cabeza, y eso la ha confundido desde que era una niña ¿Queréis que pare en la gasolinera?

—Por mi bien —respondió Emma, observando a Olivia y Diana.

—Genial —susurró David mientras Clara sacaba el monedero.

—Diana —susurró Olivia con la intención de despertarla—. Oye, despierta —la nombrada abrió un poco los ojos, completamente desubicada.

—¿Qué? —preguntó mientras levantaba la cabeza del hombro de Olivia.

—Vamos a parar en una gasolinera, ¿quieres algo? —habló Clara mientras David paraba el coche.

—Sí, la pregunta sería, ¿cuándo no quiero algo? —se río mientras frotaba los ojos.

Cuando el coche ya estaba parado, David fue a echarle gasoil, mientras Diana, Emma, Olivia y Clara fueron a comprar algo para picar.

—Quiero un café —murmuró Diana paseándose por los dos únicos pasillos que había en la gasolinera.

—Luego no dormirás —respondió Olivia agarrando una bolsa de gusanitos.

—Diana se duerme hasta con 5 litros de cafeína dentro de ella —comentó Clara agarrando un par de botellas de agua.

—Bueno, en verdad no me apetece café, no sé que me apetece.

—Un beso de la que te gusta —comentó Emma riendo y haciendo gestos de besos.

—Que gilipollas —susurró Diana completamente roja y yendo a las neveras. Terminando por agarrar una botella de agua y una bebida energética.

Mi perfecta perdición ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora