Capítulo 14

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—Tengo un mal presentimiento —comentó Diana entrando en la habitación de su hermano con la gata en brazos.

—¿Qué tipo de mal presentimiento? —preguntó dejando el móvil en la mesita de noche mientras Diana se sentaba delante de él.

—No lo sé, pero ten claro que bueno no es —respondió mirando a Minerva, la gata.

—Hombre, hasta ahí llego —exclamó el azabache rodando los ojos y ganándose una mala mirada de su hermana.

De pronto se escuchó la puerta de la entrada abrirse, una botella dejarse en la mesa del salón y unos pasos ir a la habitación de sus padres.

—Hoy duermo aquí —avisó la castaña—. ¿Cuál es tu pijama más cómodo?

—El rojo y negro de ahí —señaló el escritorio, el cual estaba lleno de ropa.

—Lucas, tu habitación es un desastre.

—No se diferencia mucho de la tuya —atacó riendo.

—Discutible.

—En fin, ¿has escrito algo nuevo en tu libreta rara? —preguntó mientras Diana se ponía el pijama.

—Sí pero no.

—Decídete.

—A ver, está a medio escribir porque no sabía cómo continuarlo, pero, la otra mitad si está escrita —se explicó mientras buscaba en su móvil lo que había escrito—. Es eso.

Te vi irte,
sin despedirte,
sin mirarme,
sin sonreírme.

Eso me rompió,
lo admito,
me dolió tanto...
Sobre todo,
esa horrible traición.

Quisiera que volvieras,
que me dijeras de nuevo
lo mal que me maquillaba,
y lo mal que se me daba
mentirte sobre cómo estaba.

Pero sé de sobra
que eso no volverá a pasar,
y

Y ahí se queda el poema, ese estúpido poema que Diana sentía con toda su alma, ese poema que definía una amistad que le encantaría volver a recuperar, pero que sabía con perfección que no podían volver a hablarse, por el bien de las dos.

—¿Por qué siento que lo escribiste en mitad de clase? —preguntó, con cierto tono de ironía y una sonrisa en sus labios— Ah, sí, porque seguro te pillaron con el móvil y lo apagaste rapidísimo.

—No te rías —exclamó la castaña dándole un golpe en el hombro.

—Excuse me miss.

—Que idiota —murmuró riendo mientras su hermano se levantaba para ponerse otro pijama—. Escucha, ¿cuándo tienes partido?

—Este sábado —respondió tumbandose de nuevo al lado de la castaña.

—¡Ya estoy harto! —se escuchó la voz de Leonardo— ¡Siempre es igual! ¡Terminas el trabajo y vuelves tarde y ebria! ¡¿No puedes pensar un poco en tus hijos, o en tu marido?!

—¡¿Te estás quejando cuando lo hago todo por vosotros?! —cuestionó Irene.

—¡¿Qué lo haces todo?! —se escuchó una falsa risa— Dime que le gusta a tus hijos, o directamente, ¿qué carrera quieren hacer?

Se escuchó un largo silencio, donde Diana y Lucas no dejaban de mirarse.

—Lucas quiere ser algo relacionado con la filosofía —respondió la madre.

—Muy bien, ¿y Diana? —la castaña suspiró, sabiendo que su madre no sabía la respuesta.

Esta vez el silencio fue más largo, muchísimo más largo.

—Paso —musitó Diana, poniéndose los auriculares y metiéndose en la cama.

Lucas suspiró y se metió en la cama, abrazando a su hermana mientras de fondo escuchaba a sus padres discutir.

—Voy a estar a tu lado pase lo que pase —murmuró Lucas.

Diana sonrió, aún no había puesto la música y había escuchado a la perfección las palabras de su hermano.

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Hola, volví.

Me gustaría muchísimo que me siguieras en insta (@mirs_grgz), porque ahí suelo subir cuando subo los nuevos capítulos y algún que otro escrito.

Un besazo,
la autora <3

Mi perfecta perdición ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora