Capítulo 30

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La profesora estaba repartiendo las notas del tercer trimestre, Diana estaba temblando y tenía la sensación de que en cualquier momento iba a vomitar. Cuando la profesora dejó los papeles en su mesa, Diana apartó la mirada.

—Emma, míralas tú —le dijo a la rubia—, dime cuantas me han caído.

Emma miró a su amiga y luego agarró las notas.

Valencià: llengua i literatura: 6

Llengua castellana i literatura: 6

Primera llengua estrangera (angles): 8

Informàtica en angles: 7

Segona llengua estrangera (francès): 9

Educació Física: 10

Educació plàstica, visual i audiovisual: 10

Física i química: 4

Biologia i geologia: 6

Geografía i història: 4

Música: 8

Matemàtiques orientades a les ensenyances aplicades: 9

Religió: 8

—Te han caído 2 —respondió sonriendo.

—Que paso de curso —susurró arrebatándole la hoja a la rubia—. Emma que paso a cuarto.

La emoción de Diana rápidamente se le contagió a Emma. Olivia, que estaba con una compañera, se acercó a Diana con una sonrisa.

—¿Y bien? —preguntó, mirando a Diana sonriendo como nunca.

—Paso a cuarto, pelirroja —respondió, levantándose y abrazándola por la cintura.

—Te dije que lo harías, ¿ves cómo podías? —Diana se separó sonriendo, pero aún con sus brazos en la cintura de Olivia. Los ojos de Diana se empezaron a aguar, y Olivia limpió una pequeña lágrima.

—Gracias por confiar en mí —susurró riendo y pasándose la manga de la camisa por los ojos.

—Siempre confiaré en ti —respondió la pelirroja, terminando envuelta en otro abrazo de la castaña.

Mientras tanto, Emma las miraba con una sonrisa. Sin duda la mayor shipper de ellas dos, era Emma.

—Ah, sí, una cosa —habló Olivia mirando a ambas—, quiero ir a comprarme ropa después de las clases, ¿me acompañais?

—Claro, después de que mi madre me eche la bronca me escapo y voy —respondió Diana sonriendo.

—Si te vas a meter en líos no —murmuró la pelirroja sentándose en la mesa.

—Por ti lo que sea, pelirroja —sonrió Diana sentándose en su silla—. Por cierto, a finales de este mes me voy a mi pueblo mes y medio o así, ¿queréis venir?

—Por mi genial —contestó Emma sonriendo mientras empezaba a recoger las cosas.

—Yo sería preguntarle a mi madre, que te haga un interrogatorio, y luego que me de el permiso —respondió Olivia mirando a ambas—, pero supongo que si me dejará.

—¿Dónde está el pueblo? —preguntó Emma y una risa nerviosa salió de los labios de la castaña, la cual empezaba a rascarse tímidamente la nuca.

—En Cantabria.

—Oh, bien ¿Qué? —preguntó la rubia parando en seco— ¿Eso no está a unas 8 horas de aquí?

—No te quejes, encima que nos lleva —murmuró la pelirroja, empujándola para que siguiera andando—. ¿Y qué pueblo es?

—Mogrovejo, es un pueblo precioso, hay muchísimos campos, vacas, ovejas, naturaleza —comentó con emoción mientras salían del instituto—. Iríamos en el coche con mi tío y mi tía.

—¿Tú hermano no irá? —preguntó la rubia empezando a dirigirse hacia la calle que daba a su casa, ya que iban a comer en ella.

—No, dice que prefiere quedarse aquí, no lo entiendo —respondió mirando la calle y luego a sus dos amigas—, pero mejor, así no me toca dormir con él y me quedo la cama de matrimonio para mi.

—¿Por qué siempre tienes cama de matrimonio? ¿Te crees reina? —exclamó la rubia mirándola.

—No me lo creo, lo soy —respondió lanzándole un beso en el aire e intentando contener la risa.

Olivia empezó a reírse por la actitud de ambas.

Cuando llegaron a casa de la rubia, Diana le preguntó a Cristina si Emma podía ir al pueblo. La cual le costó un poco decir que sí, pero confiaba en Diana y en su hija, así que no hubo ningún problema.

Al llegar la tarde, fueron a casa de Olivia a preguntar, a María le costó más dejar ir a su hija, pero igual la dejó ir, porque sabía que su hija no era capaz de hacer algo malo. Finalmente fueron a las compras de Olivia antes de que cayera la noche para después terminar en casa de Diana, pasándose toda la noche viendo películas y series, y llorando como tontas por personajes que no existían. Bueno, Diana no lloró, Diana se reía de sus dos amigas, las que de casualidad estaban a cada lado de ella.

Mi perfecta perdición ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora