Capítulo 25

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—¿Salís? —preguntó Olivia al otro lado del teléfono.

—¿Con la resaca que tengo? Olivia, tío —se quejó la castaña, aún tumbada en la cama.

—Opino igual que la canadiense esta, pero yo si salgo, sin pensar, quien tenga miedo a morir que no nazca.

—¡Emma te repito que yo no elegí nacer! —exclamó Diana.

—Me da igual, o sales o vamos a tu casa de ocupas —habló la rubia, escuchándose de fondo el ruido de una cafetera.

—Pues venís a mi casa pero yo no me voy a levantar —respondió antes de colgar la llamada.

—¿Tú sabes dónde vive? —preguntó Emma, sin acordarse muy bien de donde vive su amiga.

—Sí, te veo donde siempre, salgo ya de mi casa.

—Tienes suerte de que eso está cerca de mi casa, porque que dolor de cabeza —se quejó la rubia antes de colgar para ponerse las zapatillas y salir de su casa, no sin beberse de golpe la media taza de café que le quedaba.

Cuando ambas chicas se encontraron, Emma empezó a seguir a Olivia hasta casa de Diana. Donde tocaron el timbre.

—¿Está Diana? —preguntó Olivia.

—Sí, está en su habitación, pero no sé si estará despierta —contestó Lucas al otro lado—. ¿Le digo que baje o subís?

—Subimos.

Al segundo se abrió la puerta y las chicas subieron hasta el piso de Diana, donde su hermano mayor estaba abriendo la puerta.

—Su habitación es la del fondo del pasillo —ambas chicas asintieron y fueron al fondo.

—Diana —canturreó Emma abriendo la puerta.

—Déjame —murmuró tapándose la cabeza con la almohada.

—Pues te robo el CD de Estopa —sonrió Emma.

—Tú toca el CD que yo te toco la cara —amenazó la castaña quitándose la almohada de la cara.

—Buenos días —saludó Olivia.

—Para quien los tenga —murmuró pasándose las manos por la cara con estrés—. ¡Lucas! ¡¿Me traes una pastilla o algo?!

—¡¿Para qué?! —preguntó de la misma forma.

—¡Para drogarme, si te parece!

—Gilipollas, me refiero que para qué tipo de dolor —dijo abriendo la puerta de la habitación y mirando mal a su hermana—. Y abre la ventana o algo, que te apesta la habitación a mierda.

—Ah. Para la cabeza.

—Ok.

Diana miró mal a su hermano y cerró los ojos, pasando su mano por su cabeza.

—Diana ayer le vomitó a un tío random —murmuró Emma antes de romper a carcajadas.

—¡No me recuerdes eso, por Dios, Emma! —Emma no dejaba de reír junto a Olivia, mientras que Diana quería que la tierra se la tragara.

—Ten —dijo Lucas, entrando en la habitación con un vaso de agua en una mano y en la otra una pastilla.

—Gracias, te quiero —murmuró con una sonrisa mientras su hermano se iba.

—Ajá, cuando te conviene —murmuró antes de salir.

Mientras Diana se tomaba la pastilla, Olivia se dedicó a mirar la habitación de la castaña.

La habitación era simple, nada fuera de lo común en una adolescente. Era de color blanco, con posters y estanterías. Los posters se caracterizaban por bandas de rock o Heavy Metal, como sería Queen, Pink Floyd, Nirvana, entre otros. Había también alguno que otro de Eminem y Lil peep. También había fotos de famosos esparcidas por todas partes, como Robert Pattinson, Emma Watson, Johnny Depp, Leonardo DiCaprio o Timothée Chalamet.

Sin duda, tenían cosas en común.

Olivia iba a dejar de examinar la habitación hasta que vio una pequeña foto de One Direction camuflada entre la multitud.

—¿Escuchas One Direction? —preguntó, girándose hacia su amiga, la cual estaba buscando ropa que ponerse.

—No, sí, bueno, cuando era pequeña era muy fan, ahora ya no —respondió mientras sacaba un vaquero y una camiseta simple de una de sus bandas favoritas.

—¿Por qué dejaste de escucharlos? Harry y Lou tienen muy buenas canciones, y Zayn es increíble —comentó la pelirroja sonriendo.

—Bueno, maduré y me cambiaron los gustos —respondió buscando ropa interior—. Voy a cambiarme, ahora vuelvo.

Cuando la castaña salió, Olivia y Emma se miraron, sabiendo que algo no les había contado. Pero antes de que Olivia hablara, Emma se adelantó.

—No podemos obligarla a que nos cuente algo, a lo mejor es demasiado traumático como para que nos lo cuente sin sentirse mal, apenada o incómoda —dijo, tumbandose en la cama de Diana—. Será su decisión y yo no la voy a presionar a nada, que lo cuente cuando se sienta preparada. Ya es suficiente traumante que haya descubierto quien le gusta y lo siga negando por vergüenza.

—¿Sabes quien?

—Sí —la interrumpió—. Y no te lo voy a decir, sigue siendo decisión de Diana.

Olivia, un poco indignada, se sentó al lado de Emma. Pero sabía que tenía razón y no podía obligarla a decir ni hacer nada. Aunque eso no quitaba que no estuviera preocupada.

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Buenaas.
Perdón, perdón por publicar TAN tarde, por un momento me había olvidado que tenía un libro a mitad, perdón.

En fin, hasta el próximo viernes, un besazo.

Mi perfecta perdición ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora