Parte 08

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Por primera vez coincidimos los tres en la misma mesa a la hora de cenar.
Colette se ha esmerado preparando un Entrecort doble con pimientos, cebollas y ajo; decorado con perejil y sal gorda, en Salsa de Vino Blanco, que huele maravillosamente.

No solo yo estoy mirando la cena con apetito. Ella está hambrienta, puedo sentirlo.

Después de discutir con el menor de los Cortés, seguido de su irritación con Colette y conmigo olvidó desayunar, como también obvió el almuerzo por estar dedicada a remodelar todos los alrededores de la fuente principal con la maldita jardinería.

Ahora degusta felizmente su Entrecort, mientras Colette come con una sonrisa enorme no más que porque ella aprueba su comida.

Ruedo los ojos teatralmente. A veces es tan sencillo hacerle feliz. Pienso mientras llevo la copa de vino a mis labios.

Él extiende una mano para tomar mi plato y se lo impido de un manotazo.

-¿Cuál es el problema? – protesta – Pareces más interesada en la copa de vino que en el asado.

-No es cierto. – rechazo –

-No has probado bocado ni una sola vez desde que serví la cena. – me encara – ¿Cocino tan mal?

-Sabes que no Colette.

-Entonces come. – me señala con el tenedor –

-Si no lo haces tú lo haré yo. – interviene ella –

-Oh, por favor, sírvete. – alego señalando mi plato, provocándole –

Ella se incorpora en la mesa, alcanza mi cena y le toma, hace a un lado los vegetales y comienza a picar la carne.

Lleva un fragmento a su boca. Cuando se introduce la carne en la boca mi cuerpo se tensa ante la mirada fija de sus ojos gris metálico, intensos, perturbadores,
desafiantes...excitantes.

Mastica sumamente lento. Cierra los ojos y traga. Lame despacio su labio superior y deja escapar un suspiro de satisfacción.

Esa imagen hace que me estremezca y remueva en la silla. Toma la copa de vino que aún no ha tocado y la acerca a su boca, apretando contra el cristal el labio inferior hasta dejar una marca en él y, beber un copioso trago.

Una gota escapa de sus labios y rueda a lo largo de su cuello hasta perderse en el interior de sus blancos y firmes senos.

-Delicioso. – musita –

Sus deliciosos labios se curvan y se separan en una sonrisa juguetona mientras la temperatura de mi cuerpo aumenta varios grados.

Ella no tiene ni las más remota idea de lo sexy que es y lo que le está haciendo a mi cuerpo.

Estoy a punto de abalanzarme sobre ella cuando Colette me pega en un tobillo por debajo de la mesa, regresándome a una realidad que, es mucho peor que todas las fantasías que corrían a toda velocidad por mi cerebro porque, ella está introduciendo en su escote una servilleta de algodón.

Siento un fuerte tirón en la parte baja de mi cuerpo, dejo de respirar y mis ojos se encienden.

Tomo de vuelta mi plato y comienzo a comer disciplinadamente con la mirada baja, pero tan aprisa que termino atragantándome. Colette ríe divertido junto a mí y ella me ofrece la copa de vino.

Al llevar la copa a mis labios encuentro calidez en el borde del vidrio, calidez y un sabor dulce desconocido; sumado al del vino que ya no es igual, ha cambiado su sabor junto a su olor.

-¿Estás bien? – pregunta ella al verme mirar la copa –

¡Ese olor! Ha escapado de los labios de ella al pronunciar las palabras.
Un olor producto del sabor del vino mezclado armoniosamente con la saliva de ella. Calidez, sabor dulce desconocido, olor que ya no es igual…sabor una vez más…sus labios.

Levanto la vista y encuentra el rostro de ella, miro mecánicamente sus labios perfectos y carnosos entreabiertos. Una gota de sudor corre desde mis cabellos, aprieto los labios tratando de negar todo el deseo que está bullendo dentro de mí.

Elevo la vista hasta sus ojos.
Joder.
No voy a lograrlo.
Jadeo y desaparezco en una nube de humo roja.

Reaparezco sobre la parte delantera del techo de la estancia.

El viento golpea mi rostro y mueve mis cabellos, recordándome que es hora de cortarlos.

El cielo despejado de nubes está iluminado por una luna llena acompañada de escasas estrellas. Es una noche perfecta.

No sé cuánto tiempo pasa desde que esto aquí, pero el fresco de la noche termina enfriando mi cuerpo.

Dejo escapar un suspiro de satisfacción, alguien más lo hace conmigo; al mirar a mi derecha encuentro a Colette, sus pies colgando del borde del techo.
¿Cuándo llegó a mi lado?

-¿Qué haces aquí? – pregunto molesto –

-Hoy hay luna llena. – responde – Aún no ha comenzado abril y ya se siente la brisa primaveral. ¿Tú?

-No puedo dormir. – confieso – De repente la cama me parece demasiado grande para mí solo. – miro el cielo – Recordé que hoy habría luna llena. – digo tomando asiento junto a él – Aquí estoy para verla, desde aquí se tiene la mejor vista.

-Cierto. – me apoya – ¿Qué ocurrió durante la cena? – pregunta directamente –

Me tenso mientras aprieto los bordes del techo donde me hallo sentado y dejo de respirar.

-¿Ethan? – insiste –

-No lo sé. – respondo sinceramente –

-¿Apetito o lujuria?

-No lo sé. – repito –

-¡Tienes que saber! – se enfada Colette – Es fundamental que identifiques y diferencies tus instintos primarios unos de otros. ¿Cuándo fue la última vez que…?

-Ambos fueron el mismo día. – le interrumpo porque conozco el final de la pregunta – Un día antes de que ella llegara.

-Deberías…

-¿Qué? – interrumpo una vez más – ¿Buscarme una amante? Durante el cumpleaños de Josephine solo besé su mejilla y le desee un feliz aniversario, juro por Ellienne que fue todo cuanto hice. Los Cazadores provocaron una rebelión solo por mi presencia en esa fiesta. – me detengo para estudiar su rostro – Y no puedo levantarla sobre mi hombro, llevarla hasta mi habitación y tomar su virtud como el monstruo infernal que creen los Cazadores que soy. – continuo – Quiero evitar una guerra, no comenzarla.

-Su virtud es un derecho que te pertenecerá una vez casados.

-No me voy a casar con ella. – alego tornándome muy serio –

-Lo harás. – asegura – Tu padre ya lo acordó así y no va a cambiar de idea, no puede hacerlo, pues el señor Eusford apoya esta alianza. Ambos sellaron el pacto. Tu infantil negativa no será tomada en cuenta. Lo único que consigues hacer con ello es enfadarte en vano, preocuparme sin razón y molestar a Evangeline.

-¡No voy a casarme con ella!

-¿Romperás la palabra ofrecida por un Daeminium? – pregunta Colette dudoso –

Llevo ambas manos a mi rostro que terminan sobre mi pelo mientras cierro los ojos. Muerdo mi labio inferior hasta hacerlo sangrar mientras me debato entre lo que quiero hacer, lo que debo hacer y lo que me corresponde hacer.

La mano que Colette coloca sobre uno de mis hombros me hace volver a la realidad.

-No puedes. – dice mi mejor amigo –

-No, no puedo. – admito derrotado –

Estoy jodido.

Luz [COMPLETA] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora