Parte 11

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Tengo demasiado calor. ¿Por qué la temperatura de mi cuerpo parece más alta de lo normal? También hay un dulce olor inundando mis fosas nasales.

¿Chocolate? Abro los ojos y descubro a Evangeline acurrucada junto a mí. Su cabeza está mi cuello, poniendo mi piel de gallina con su aliento achocolatado.

Uno de sus brazos está extendido sobre mi estómago. Una pierna enroscada en mi muslo y sus enormes pechos descansando sobre mis pectorales. Estoy boca arriba con mis dos brazos envolviéndola a ella, sujetándola fuerte contra mi cuerpo.
Es la primera vez que algo como esto me sucede.

He compartido cama con mujeres toda mi vida, pero nunca antes me he acurrucado con ninguna de ellas.

Es raro.

Pero, se siente increíblemente bien tener su esencia en mi nariz y disfrutar de la calidez de su cuerpo.
He dormido toda la noche, por lo que estoy descansado y absolutamente despierto. La sensación de paz que me rodea es estupenda.

Aún no estoy preparado para soltar esa sensación así que me quedo tumbado con Evangeline en mis brazos escuchando su respiración constante.

Mis manos bajan por su espalda, acariciando su suave piel con la yema de los dedos. Se mueve despacio comprimiéndome con sus pechos mientras suspira contra mi cuello poniendo una erección entre mis piernas.

¡Perfecto!

Ella despierta mirándome como hipnotizada a través de sus cabellos lacios y regados. Sus ojos se ven tan profundos…

Desenlaza las piernas presionando contra mi erección matutina. Cierro los ojos ante la sensación tan gratificante que me provoca y, porque no quiero ver su expresión. No estoy listo para su mirada de reproche y aversión.

-Perdón. – digo dejándole en libertad – No puedo evitarlo, como macho tengo instintos y reflejos totalmente comprensibles y biológicos. – explico – No reacciono de esta manera a voluntad, ni porque quiera molestarte. Así que…vas a tener que perdonarme.

-Claro. – susurra ella –

Cuando le miro no está molesta, sino, deliciosamente sonrojada. Contengo las ganas crecientes de hacerla sonrojar más y ver si ese rubor delicioso se extiende a lo largo de todo su cuerpo. Joder. Si esto nos va a suceder todas las mañanas, va a ser una maldita tortura.

-Supongo que…no volverás a dormir conmigo. – digo con la voz grave por el deseo –

-¿Por qué supones eso?

-Porque… – peino con los dedos mis cabellos – Te asfixié entre mis brazos y no te dejé moverte.

-No importa. – niega – Si eres tú…no importa. – hace una pausa – ¿Dormiste bien?

-¿Cómo haces eso? – sonrío – Tienes una facilidad para cambiar el tema de conversación totalmente abrumadora.

-Años de práctica. – confiesa – Cuando se es la única chica entre tantos varones tienden a hacerte demasiadas preguntas incomodas y personales. – imaginármela sonrojada por otros machos no me agrada nada, de nada – ¿Dormiste bien?

-Sí, Evangeline, dormí bien. Gracias. – los ojos de ella se iluminan – ¿Qué?

-Me gusta mi nombre en tus labios. – sonríe – Dilo otra vez. – pide y me tenso – Por favor.

Miro sus cristalinos ojos grises que parecen dos gotitas de diamantes.
Trago mientras bajo la vista. Elevo mis ojos una vez más.

Ella se sorprende unos segundos pero vuelve a adoptar una expresión neutral. Sí. Sé que mis ojos están rojos. Ahora mismo estoy luchando por mantener a raya a mis dos instintos básicos como Demonio de la Lujuria que soy.

Luz [COMPLETA] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora