Parte 40

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Cinco días. Han pasado cinco días desde que mi vida se volvió un perfecto caos.

Abrazo mis rodillas sobre mi pecho y aprieto con fuerza los ojos. Me hundo aún más sobre el mullido colchón de mi cama nupcial.

Cinco días de discusión tras discusión, cristales de persianas rotos, cortinas ardiendo y suelos temblando.

Dejo escapar todo el aire que mis pulmones estaban conteniendo y mi cuerpo arde. Todo duele.

Siento pasos lentos y silenciosos acercándose y vuelvo a practicar apnea. No estoy lista para otra discusión. No hay mantra o palabras de aliento mental que me preparen para enfrentarme a sus ojos color fuego devorador. No puedo...

Una mano delicada me sacude por encima de la cobija.

No es... él.

Descubro mi cabeza y miro los ojos asiáticos de un color rojo vino apagado.

-Traje un poco de leche con cereales, y vitaminas para...

Niego con la cabeza y vuelvo a cubrirme. Aislándome.

-Evangeline tienes que comer algo. – escucho la voz de Mitsuhisa – Los últimos días no te has estado alimentado correctamente y desde ayer en la mañana no comes nada.

Me destapa bruscamente.

-¡Mírate! – me insta – Haz perdido muchísimo peso. ¿Cuándo fue la última vez que te bañaste o peinaste? Luces fatal...

-¿Cuál es el punto? – me incorporo –
¿Para qué quieres que esté limpia y arreglada si de todas formas nadie va a notarlo?

Ella me mira con lastima.

-Al menos come algo.

-No tengo ganas.

-Evangeline, es necesario que te mantengas alimentada por...

-Por mi condición. – termino por ella – Es lo único que realmente te importa, nada más que eso...

-¡No es cierto! – se ofende – También me preocupo por ti. ¿Crees que puedes ayudar en algo estando en estás condiciones? Así de desaliñada y débil.

Abro los ojos como platos ante sus palabras. ¿Ayudar? ¿Dijo ayudar?

-¡¿En serio?! – exploto – ¡¿Ayudar?! Ni siquiera puedo salir de esta habitación Mitsuhisa. ¿Cómo piensas que puedo ayudar estando encerrada aquí? – señaló hacia mis nuevos ventanales – ¿Ves esas cortinas pesadas? Hace días que no se retiran. Ni siquiera sé lo que es la luz de sol...

-Es por tu propio bien.

Miro más allá de la doctora de la familia para encontrar a mi esposo de pie en la puerta. Su impecable uniforme del ejército, su rostro grave y mirada devoradora de almas.

No le sentí llegar.

Lo cual no me sorprende, estamos perdiendo esa conexión que teníamos y ninguno se ha preocupado por detenerse a recuperarla. Él ha estado demasiado tiempo ocupado aislándome del mundo y yo, aislándome de él.

Protegiéndome. Acaricio mi vientre suavemente. Protegiéndonos.

-¿Mi propio bien? – repito sus palabras – ¿Crees que me siento BIEN estando encerrada en este dormitorio, separada del mundo, de todos los que conozco? No me dejas salir al jardín...

-No puedes abandonar las paredes de la estancia. – arruga el entrecejo – Lo sabes.

-¡No me dejas ni abrir las cortinas de las ventanas!

Luz [COMPLETA] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora