Capítulo cuatro.

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Bianca se levantó. Tenía el cuerpo ligeramente cubierto por una fina capa de sudor. Sumándole todo el dolor que sentía en ella por a ver dormido sobre esas sábanas que Abraham había preparado para dormir. Se había hecho de noche en menos de lo que había imaginado. Fue hasta el baño donde, recordaba, había dejado su ropa secando después de lavarla como pudo. Se la puso y cuando salió del pequeño baño...sus oídos escucharon lo que jamás nunca le hubiera gustado percibir.

- ¡Sí! - gritó una voz femenina desde afuera. Bianca agudizó el oído. - ¡Oh sí! Sigue...sigue... - gritaron de nuevo. La piel de Bianca se erizó por completo, optando por un color diferente. Ruborizada, intentó abrir la puerta de la habitación. - ¡Más! Oh...sí, más... - la vista se le nubló por completo al observar a Abraham haciéndoselo a una mujer en el diván. Tragó saliva. La oscuridad la ayudaba a ocultarse. Asco. Esa mujer no dejaba de gemir cada vez que él entraba en ella con fuerza. Y Bianca podía verlo, observaba como se retorcía cuando Abraham la embestía con ganas, bombeándola de placer, apretando las manos, gozando hasta el punto máximo ese inmenso deleite.

- ¿Te gusta? - le preguntó él. Aquella voz la estremeció por completo. Tanto que hasta procedió a morder su labio inferior, deseosa...sí...deseosa por estar en el lugar de esa mujer.

- ¡Sí, Dios...sigue! - le ordenó ella. Y Bianca en su lugar, también deseaba que siguiera follándola, haciéndoselo, observarlo todo. Cuando de pronto, los sentidos volvieron a su lugar y en vez de seguir observando, se encerró en la habitación de nuevo, haciendo sonar la puerta con fuerza.

Los gemidos se detuvieron. Bianca sintió que moría, la habían descubierto. Trató de esconderse en el baño, pero él...ya estaba dentro de la habitación.

- Estás pálida - le dijo, al encender las luces. Traía los pantalones a la cadera, ligeramente sudado y despeinado.

- Sí, sí...debe ser... - le respondió ella. No quiso mirarlo a los ojos por que sintió que se ruborizaría de nuevo.

- Y como no vas a estarlo si has visto lo de afuera. - Abraham soltó una risa pequeña.

- Ha sido sin querer.

- Sí, claro.

- No me gusta ver porquerías. - le dijo molesta. - al menos deberías tener un poco de respeto por mí.

- Lo tengo.

- Oh claro...y por eso traes a esa puta a este departamento mientras yo estoy aquí. - se ruborizó de nuevo. ¿Por qué le reclamaba a su propio secuestrador?

- ¿Te ha molestado guapa? Te recuerdo que esto no es más que un secuestro. - la miró. Ahora él también estaba enfadado, y al notar que ella igual, decidió seguirle el juego. - además...si lo he hecho es porque te has dormido en ropa interior...

Bianca tragó saliva. Ahora sí sentía la sangre sobre su rostro.

- Es que solo a alguien como tú se le ocurre dormirse en ropa interior con alguien que ni siquiera conoce. - la miró a los ojos, comiéndosela con la mirada. Sus ojos fueron a parar entre sus senos, de nuevo pensó en lo dulce que sabrían en su boca. Al igual que su sexo. Delicioso. - Y no dudaría... - susurró, y entrecerró la puerta un poco más, de la habitación. Poco a poco fue aminorando la distancia que había hasta ella. - En pensar que estás mojada... - Bianca tembló por dentro al escuchar esas palabras. ¿Cómo lo sabía? ¿Acaso...lo sentía? Relamió sus labios involuntariamente. - Mojada después de a verme visto haciéndoselo a alguien... - Bianca retrocedía a medida que él se acercaba, tanto que fue a parar hasta la pared, chocando con ella, sin escapatoria, pues él estaba del otro lado, impidiéndole salir. - ¿me equivoco? - suavemente posicionó sus manos sobre las caderas de Bianca. Se había excitado en menos tiempo con ella, que con la puta que había contratado para saciar sus deseos. Y es que su deseo era ella. Follarla. Se apegó a Bianca, respirando su propio aliento, y rozando su erección en el vientre de ella, haciéndola sentir de alguna manera todo lo que provocaba en él. Se movió en círculos, la misma Bianca soltó un leve gemido. Ahora sí estaba realmente mojada. Excitada en su punto máximo. - dime que quieres sentirme dentro de ti. - susurró él. - dímelo...vamos...

- No. - le dijo ella. El sentido común había vuelto a ella a tiempo. Bianca lo alejó, a pesar de tener las manos de Abraham firmes en sus brazos. Al menos tenía una cosa clara. - jamás estaría con alguien como tú.

Secuestrada. {HOT} (ADAPTADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora