Un silencio abrumador los separaba. Bianca golpeaba el asiento copiloto con sus dedos, mientras Abraham se concentraba en la autopista que se abría a sus ojos.
- Necesito parar. - le dijo él de pronto. Bianca lo miró de inmediato. Esperaba en realidad otro tipo de conversación. Algo mejor y más intenso. Tal vez que hablaran de los dos.
- ¿Estás bien? - preguntó ella, deduciendo que era lo más inteligente que se le había ocurrido preguntarle. Abraham detuvo el auto, estacionándolo en un garaje cerca a una cafetería en medio de la autopista.
- Sí, sí... solo estoy cansado. - admitió él, sobándose los ojos. Había manejado tanto que pensó que se desmayaría en medio del camino.
Y volvieron a quedarse callados. Abraham rompió el hielo por segunda vez.
- ¿Te molesta si nos quedamos a dormir aquí por hoy? - le preguntó. Quiso mirarla, pero sabía que se distraería con sus bonitos labios, sus ojos, su nariz... y todo lo que le gustaba. Apartó la vista hacia el parabrisas. ¿Cómo es que podían estar tan fríos después de a verse dicho que se amaban?
- No... - negó ella.
- Vale. - Abraham abrió la puerta del automóvil e intentó salir.
- ¿Abraham?
- ¿Mmm? - dijo con una pierna fuera del auto.
- ¿Te pasa algo conmigo? - le preguntó Bianca. Se miraron de nuevo, por unas exuberantes milésimas de segundo.
- ¿Por qué lo dices?
- Nada...
- Estoy bien. - le afirmó Abraham. Esta vez si logró salir del auto, abrió la parte trasera del auto y sacó la maleta improvisada de Bianca. Ella también bajó del auto. De alguna manera se había cabreado por todo ese jodido berrinche que Abraham estaba haciendo y ni siquiera sabía por qué. Pero si él no quería hablarle, entonces ella tampoco lo haría. Tiró la puerta y se adentró a la cafetería. Abraham siguió sus pasos. Por detrás la vista era mejor aún. Todavía conservaba sus braguitas y sin nada encima. Solo la cazadora de cuero que le cubría hasta los principios del muslo. La miró de espaldas caminar... se moría por adherirse a ella y acariciar ese bonito culo que siempre había tenido y que él... había probado muchas veces. Se río. Bianca se volteó al escucharlo.
- ¿Se puede saber de que te ríes?
- ¿No puedo?
- Primero estás cabreado y ahora te ríes, quién te entiende Abraham Mateo. - Bianca lo ignoró y continuó su camino. Dentro, la cafetería se convirtió en un alboroto. Demasiada testosterona para una sola chica en lencería.
Un silbido se escuchó desde las mesas más lejanas.
- Oye guapa... - gritaron desde al fondo. - ¿has venido así para mi? - y los demás hombres rieron.
- Hola preciosa... - un hombre pasó por su lado, susurrándole al oído.
Y pudieron seguir gritando más halagos subidos de tono para ella, si es que no hubieran visto a Abraham detrás de ella. Entró y la cogió de las manos, tal vez bruscamente, apartándola de la mirada de todos esos hombres. Bianca trató de zafarse, pero él aumentó la fuerza en sus brazos.
- Quería una habitación. - le dijo a la mujer de treinta años que atendía el lugar. Esta sacó una llave de entre sus bolsillos delanteros del traje, la extendió.
- Son treinta dólares, guapo. - Bianca soltó una risa exagerada al escuchar la voz ronca y masculina de esa mujer. Fue entonces cuando se percató que no tenía culo ni senos. Joder, era un travesti. Abraham se incomodó. Y más por que Bianca se reía de la situación. Sacó de la billetera los treinta dólares que le había pedido.
- Ahí están. - le entregó.
- Duerme bien, campeón... - le dijo dándole las llaves mientras le sonreía sutilmente.
Bianca lo miró, aguantándose las carcajadas. Abraham la miró mal, avanzando justo detrás de ella hasta la habitación.
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Secuestrada. {HOT} (ADAPTADA)
FanficCuando a Abraham Mateo, uno de los criminales más buscados en todo Estados Unidos, le convocan para el secuestro de cinco chicas millonarias en Las Vegas, no duda ni un segundo en aceptar la oferta. Lo que no pensó... fue enamorarse de una de ellas.