Por algo yo dejo lista mi ropa. Porque en eso sí que me conozco.
Programo todo para una hora, calculo el tiempo y este me alcanza perfectamente, todo va bien hasta que me pongo hacer otras cosas y el tiempo se me viene encima.
Son las tres y cincuenta, en diez minutos yo ya debería estar en el parque central, pero no, la señorita recién se está vistiendo.
En mi defensa, yo tenía que intentar hacer ese brownie.
Salió quemado pero lo intenté y por eso perdí tiempo.
Me pongo mis botas y cepillo mi cabello lo más rápido que puedo.
Solo agarro dos mechones y los uno, dejándolo suelto porque está un clima neutro, ni frio ni caluroso.
Rizo mis pestañas, les aplico poco rímel. Me pongo corrector en las ojeras y poquito rubor. Un brillo en mis labios y mi perfume favorito.
Cuatro y diez.
Madre mía.
Tomo un taxi y en cinco minutos ya estoy en el parque.
A lo lejos puedo verlo, sentado en una banqueta viendo a los niños jugar.
Sigilosamente, me siento a su lado.
—Soy Karol Sevilla y siempre llego tarde.
Mi voz le sorprende y voltea con una sonrisa.
¿Por qué sonríe?
Si él hubiese llegado quince minutos tarde, yo ya me habría ido a mi casa.
—Soy Ruggero Pasquarelli y tengo mucha paciencia.
Eso me hace sonreír.
—Ya enserio, lamento llegar tarde.
—No te preocupes, no pasa nada.— se levanta hasta quedar frente a mí, extendiendo su mano.—¿Nos vamos?
—¿A dónde me piensas llevar? Eres tú el turista y yo conozco todo el lugar.
—¿Cómo sabes que soy un turista? Puede que haya vivido hasta el otro lado del pueblo y viajé una hora para encontrarme contigo.
—Nunca te he visto por aquí y se perfectamente que para llegar al otro lado del pueblo se necesitan dos horas.
—Sé que por un momento me creíste.
Me rio y acepto su mano.
Admito que si le creí.
Él propone ir a comer y yo recomiendo el lugar.
Es un restaurante que queda cerca del mar.
A estas horas, encienden unas luces que se ven de maravilla.
Llegamos y pedimos la especialidad de la casa.
—¿Amigos?
Dejo de beber el juego de naranja que había pedido por adelantado para prestarle atención.
—¿Qué?
—Empezaremos siendo amigos.
—Es todo un proceso por lo que veo.
—Por supuesto, primero se inicia siendo amigos.
—¿Después?
—Pues obvio, seremos pareja.
Me sorprende la naturalidad con la que lo dice y no me siento incomoda por sus comentarios. Aparte no puedo evitar ponerme roja, carajo.
No soy una adolescente de diecisiete años.
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