Nota: En la línea de tiempo de esta historia, este extra es de cuando Karol y Ruggero aún no eran pareja pero compartían tiempo en el instituto. Ambos tenían dieciséis años.
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Karol
La parte que odio de venir al instituto es tener que levantarme temprano luego de un largo periodo de vacaciones.
Llevo dos años aquí y aun no logro acostumbrarme, supongo que siempre me costará.
—Odio madrugar.
La rubia a mi lado muestra la misma actitud que yo.
—Ya deja de ser perezosa, Giovanna.
Valentina es la chica que siempre envidiaré en estas situaciones. Luce radiante como si levantarse temprano fuera lo mejor de la vida.
—Valu, necesito café.
Ella prácticamente es arrastrada hasta la máquina rápida que hay en la cafetería y me dejan sola arreglando mis cuadernos en mi nuevo casillero.
Hoy mi prima no pudo venir así que nos toca guardarle un puesto a nuestro lado.
Las vacaciones en México fueron maravillosas y Montse las extendió una semana más, al contrario de mis padres que hicieron que volvamos dos días antes.
Italia es un país precioso, no me quejo. Aquí he conocido gente increíble desde que llegué. Sobre todo a cierto chico; Ruggero Pasquarelli. El hijo de mis vecinos y amigos de mis padres.
He compartido momentos con él pero eso no nos hace cercanos y no sé qué diablos tiene que hace que me guste tanto.
—Karola Sevilla.
Alguien sacude mi cabello y cierro mi casillero de inmediato.
—Agustín, ya te he dicho que no me gusta que me revuelvas el cabello.
A él no le importa la mirada molesta que le lanzo mientras sigue riendo.
—Sí, yo también te extrañé.
Estoy por darle un golpe cuando veo al responsable de trabarme cuando hablo.
—Hola, Karol.
Siempre me odio en estas situaciones. Me tardo en reaccionar y temo decir cualquier tontería que solo agito mi mano y regreso mi atención al pelinegro.
—Me debes una.
Camino a paso apresurado hasta donde sé que será mi nuevo salón y pueda encontrarme a mis amigas.
Por lo general siempre estoy con ellas y es más fácil hablar. Aparte que faltan chicos del grupo de Ruggero que son buenos en aligerar el ambiente.
—Karol, espera.
Ay Virgencita, dame fuerzas.
En las reuniones que organizan mis padres, los de Ruggero y Valentina siempre me las paso con mis amigas. Yo no entablo ningún tipo de conversación con él.
—Dime.
Me doy una palmadita mental cuando logro emitir palabra.
—Por favor, dile a Valentina que le diga a sus padres que vayan en la noche a mi casa.
—Claro, le diré.
Sonríe y eso es suficiente para desarmarme. Esos hoyuelos que se le forman le roban el aliento a cualquiera.
—Muchas gracias.
Camina de regreso a donde está Agus y sigo mi camino con una aceleración en el pecho.