Karol
Venecia es una ciudad increíble y más aún si la disfruto en compañía de mi esposo e hijos.
Ruggero apenas hace una semana terminó de promocionar su segundo libro, independiente del primero y recibió una invitación para la feria que se realiza aquí anualmente. Vimos la oportunidad perfecta para visitar la ciudad y también que sea el primer viaje en familia.
Yo solo había leído la sinopsis que me enseñó cuando recién lo estaba empezando a escribir.
Cliché de jefe y secretaria con el tipo millonario que ve a la chica como su rayito de sol, me parece interesante.
Le he pedido que no me cuente nada del final para yo descubrirlo y ya le advertí que si me hacía llorar lo dejaría durmiendo en el sofá.
Es bueno leer el libro mientras tengo el escritor en casa para desquitarme con él.
—Es hora.
Mis dos pequeños reposan en los brazos de su padre.
Elaine usa un vestidito lila mientras que una camisa roja y bermuda blanca visten a Luka.
Están a pocos días de cumplir siete meses y son una preciosura.
—¿Estás seguros de llevarlos sin el coche?
—Sí, mi amor. Yo me haré cargo de Elaine y tú de Luka.
Tomo mi bolsa y los cuatro salimos de la habitación en dirección a la salida del edificio. Aún faltan dos días para la feria del libro así que los hemos tomado para recorrer toda la ciudad.
Lo primero que buscamos es un restaurante, un rico desayuno es lo que necesitamos para empezar el día.
Agradezco que los mellizos no sean tan desastrosos y acepten la fruta suave que les damos, es un alivio que no embarren sus prendas.
—¿Agua?
Mi hija mueve sus manitas y saco el biberón de la bolsa que traigo. Estoy preparada para las que sea.
La acomodo para que pueda beber lo que desea.
Siento una mirada penetrante y alzo mi cabeza en su búsqueda.
—¿Qué sucede?
—Nada.
Se encoge de hombros y no quita esa sonrisa de su rostro, ni siquiera porque Luka este apretujando su mejilla.
—Ruggero...dime.
—Eres tan hermosa.
Basta, me mató. Ese hombre me pone mal con una sola frase.
—¿Soy hermosa dándole agua a Elaine?
—Eres hermosa siempre.
—¿Hasta recién levantada?
Toma mi mano sobre la mesa y acaricia mi dedo anular, justo dónde está nuestro anillo de matrimonio.
—Ahí te ves mejor, como una loca pero igual de hermosa.
Amo a Ruggero, amo que me saque una sonrisa con cada cosa que dice y aún más cuando es algo romántico.
—Tú también te ves muy guapo, la paternidad te queda de maravilla.
Me regala otra sonrisa antes de que Luka llame su atención golpeando su nariz.
—Tenemos a un celoso aquí.
Claro que no es fácil, no siempre nuestros hijos se mantienen tan tranquilos como ahora y Ruggero sigue manteniendo su puesto en la editorial por lo que hay días que yo sola me hago cargo de ellos. Aunque tampoco voy a negar que recibo ayuda de mamá y mi suegra.
