19|Revelación|

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Cuando me empiezo a despertar, siento dos grandes brazos que me aprisionan y eso es suficiente para que recuerdos de la noche de ayer y parte de la madrugada vengan a mí. Digamos que no me dormí por completo.

Bajo mi mirada y sonrió cuando veo sus manos en mi cintura. Acaricio sus nudillos con mis dedos. Es gratificante despertar de esta manera.

Quiero ir al baño pero las ganas de quedarme en esta posición son más grandes. Aunque fuera bueno que existiera ese momento cliché de ir a preparar el desayuno antes de que él despierte, no quiero. El cansancio es parte de mí.

Ruggero se remueve a mi espalda y aprovecho eso para soltarme de su agarre. Tomo su camisa y me la pongo. Me queda muy grande pero huele a él y eso es maravilloso.

Entro al baño y hago lo que tengo que hacer. Reparo mi cara. Una tonta mueca de felicidad.

Antes de salir enjuago mi boca y puedo apreciar la muy pequeña marca en mi cuello, cerca de mi oreja. Sintiendo el ardor en las mejillas. Aunque es un poco tonto tomando en cuenta todo lo que hice.

Con una sonrisa niego y salgo, camino de vuelta a la cama y veo la espalda de Ruggero. Ha tomado la sabana y ahora cubre más su cuerpo. Pienso en recoger el desastre de mi habitación pero lo dejo pasar y solo busco mi celular para ver la hora. Diez de la mañana de un perfecto sábado.

Me siento a su lado, él dándome la espalda, con las piernas cruzadas y acaricio su cabello.

No puedo creer que ahora ya seamos novios y por fin diéramos otro paso, una de las mejores noches de mi vida.

Y es que cada vez que lo recuerdo el corazón se me quiere salir y esos remolinos en mi estómago son cada vez más fuertes. Asegurando que lo que le dije va mucho más allá de un simple te quiero.

Algo de su espalda llama mi atención, en su omoplato izquierdo para ser precisa.

Ruggero me dijo que no tenía tatuajes, sin embargo, estoy segura que lo que alcanzo a ver es el inicio de uno. Pero apenas y se ve el asomo de una línea negra.

—Ruggero.— susurro en su oreja para que él mismo me explique porque mintió o talvez ya este seguro de contármelo.

Puede que sea algo sensible de su pasado. O relativamente sin importancia, pero me hace poner en duda su palabra.

—Cinco minutos más.

Intenta jalar mi brazo para volver a tenerme a su lado, pero no lo logra.

—Despierta, tengo una duda.

Él solo se remueve y empieza a abrir sus ojos, buscándome delante de él.

Aprovecho eso para bajar la sabana.

Me arrepiento.

Juro que me arrepiento.

Leo lo que tiene en su espalda y el corazón se me detiene. Una punzada en la cabeza pero que no presto mucha atención ya que lo otro me deja anonadada.

Me alejo y él se da cuenta de lo que hice.

Sus ojos están abiertos, al igual que los míos. Y como un resorte se pone de pie. Buscando sus pantalones, tratando de acercarse a mí.

—Karol...— me llama en un tono suave pero yo no puedo quitarme de la cabeza lo que acabo de ver.

—Tienes un tatuaje.

A este punto, mi voz sale en un susurro, quebrada, y siento que estoy a punto de llorar o más bien, ya lo estoy haciendo. Las lágrimas escapando de mis ojos, sin hacer el mínimo esfuerzo por apartarlas, porque eso es lo que menos me importa ahora.

—Karol, escúchame.

—¡¿Quién eres?!— esta vez mi voz suena más fuerte.—¿Quién eres? ¡Y por qué mi nombre esta tatuado en tu espalda con una fecha en la que ni siquiera nos conocíamos!

No podía quitar eso de mi cabeza.

¿Qué significaba?

¿Por qué se lo tatuó?

Por qué tenía Karol Sevilla, en letras muy pequeñas y debajo de mi nombre estaba marcado el 12 de octubre de 2018.

—●—●—

Quiero imaginar que se sorprendieron aún cuando ya se sabía. 🤑

Las fechas juegan papeles importantes.

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