30|Regreso a Vernazza|

280 25 5
                                    

Ruggero

He recorrido casi toda Italia.

Esto del libro ha salido muy bien, ha sido aceptado teniendo en cuenta que salió hace poco y en dos idiomas. Aunque fue muy pequeño el porcentaje en español porque solo era una prueba pero España me dio una calurosa bienvenida. La editorial se había encargado de promocionarlo muy bien y ahora están pidiéndolo en otros países por lo que ese porcentaje ahora está creciendo.

Aún recuerdo la vez que Alessia me llamó para que vuelva de urgencia porque el evento se adelantó una hora. Antes de que pudiera llegar donde esos niños tuve que salir del parque.

Pero no todo puede ser bueno, ya son cuatro meses en los que no sé ni veo a Karol.

Todos los fines de semana visito a los Sevilla con la esperanza de que haya regresado o me digan algo pero siempre es lo mismo.

"Sigue lejos y no ha salido de Europa"

Pero sé que no se mantiene en Italia, algo me lo dice.

Pero tampoco tengo ningún rastro de ella y ni siquiera sé que hago ahora mismo en la playa, sentado donde alguna vez ella estuvo a mi lado.

"No te atrevas a nombrarla"

Está claro que lo sabe, ese mendigo beso llegó a sus oídos. Pero necesito saber que tanto le dijeron.

Recojo mis zapatos y sigo caminando por la orilla, con el agua del mar tocándome los pies. Hay mucha gente el día de hoy, abril está siendo bien recibido, es una buena temporada para los turistas.

—¿Ruggero?

Cuando levanto mi cabeza para ver quien me llama me quedo sorprendido por ver a una Giana con un vientre hinchado, muy hinchado.

—Giana, Francesco, hola.

Debo parecer un tonto pero me he quedado sorprendido. Y ellos lo notan, la sonrisa cómplice que la mujer italiana le da a su esposo es evidente.

—Pensamos que no te volveríamos a ver por aquí por Vernazza.

—Solo estoy de pasada.

Rasco mi nuca, nervioso ya que hace tiempo que no había venido por aquí y no esperaba encontrármelos.

—Karol no ha vuelto.

Noto el deje de tristeza en su voz. Sé que ellas entablaron un lindo vínculo, eran mejores amigas cuando la mexicana vivía aquí, sin saber que ya había dejado una en Roma.

Pero quién dice que no puede tener dos.

—¿Ella sabe de...— señalo su vientre.

—No he querido contárselo por mensaje, estoy esperando que regrese y me visite aunque ya se lo he pedido muchas veces pero no da su brazo a torcer.— creo que nota mi mirada porque sigue hablando.—Está bien.

—Yo debo irme.

—¿Te vas del pueblo hoy?

No tengo nada más que hacer aquí.

—Sí.

—Te invitamos a cenar.— Francesco se adelanta, rodeando la cintura de su esposa.—Los demás chicos vendrán.

—Es cierto, quédate esta noche en mi casa y mañana puedes viajar.

Me lo pienso unos minutos. Todos ellos me caen de maravilla, todo gracias a ella.

—Está bien, acepto su invitación.

Giana sonríe y juntos seguimos caminando y hablando de cosas triviales, sin mencionar a la mexicana que tenemos en común.

Solamente TúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora