El despertar fue extraño.
Fui levantada por sonidos de arcadas.
Me pongo mis habituales pantuflas y bajo en dirección al baño. La puerta está entreabierta y Ruggero arrodillado. Antes de entrar allí, voy a la cocina y preparo la tetera.
Busco unas pastillas y las dejo en la encimera.
Ruggero está enjuagando su boca. Siente mi presencia y cierra el grifo para mirarme.
—Lo siento.
—Has pedido mucho perdón en las últimas doce horas.
Me mira confundido y sé por eso que no recuerda mucho de lo que pasó ayer.
—Karol, ¿cómo llegué aquí?
—¿No recuerdas nada?
—Estoy confundido y temo equivocarme.
—Me llamaste, fui a buscarte, te traje y dormiste aquí.
Omito muchos detalles, como la escena que hizo fuera del bar y lo que dijo antes de dormirse.
—Gracias.
Asiento y le tiendo la pastilla, me sigue para que le de agua y mientras bebe la misma, se torna un silencio incómodo. No sé qué decirle, la última vez que hablamos él fue quien se fue y antes debería estar molesta porque no me contestó ninguna llamada.
—Dios, no puedo.
—¿Qué...
No termino de hablar. Estoy en este preciso momento confundida porque me está abrazando y no dice nada. Admito que es satisfactorio sentirlo tan cerca pero me desconcierta, así que me alejo.
—¿Qué te ocurre?
—Karol, si no te contesté fue porque estaba cuestionando mi propia presencia respecto a lo que recuerdas, me gustas y no quiero alejarme de ti. Fue algo estúpido y no te mereces eso.
—Yo solo no quiero ningún secreto de por medio. Mi pasado es algo incierto para mí, pero no tiene que afectar lo que estamos viviendo.
—Perdóname.
—Ya deja de pedir tanto perdón.
Ahora soy yo la que toma la iniciativa y termina abrazándolo.
Acabo de pasar por la pelea y reconciliación más torpe de mi vida.
—Por mucho que me guste estar cerca de ti.— me alejo.—, apestas a alcohol.— abre la boca para decir algo pero lo corto enseguida.—Vuelves a decir perdón y te boto de mi casa.
Se calla, comprendiéndolo.
***
—Te ves muy guapo.
—Una broma más y te beso.
Hace que mi risa incremente.
Había hecho que se diera una ducha, afirmando que tenía ropa para él. Claro que omití que él era mucho más delgado que mi padre. Así que ahora tenía que ajustar muy bien la pantaloneta azul y la camiseta blanca le quedaba enorme.
—Podemos salir a dar un paseo para que presumas tu outfit.
—Te lo advertí.
Solo en dos pasos me alcanza y toma mi cintura.
Sus labios se presionan sobre los míos y me permito disfrutar. De lo casual que se ve el momento, de lo que empiezo a sentir con intensidad, de que no quiero que termine.