11|Pensamientos|

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Ruggero

Besarla es un puto paraíso, un jodido privilegio.

Sus labios son tan suaves. Se entrega de una manera única con ese solo contacto. Me hace sentir tanto.

No la puedo soltar.

Ejerzo presión en su cintura y esta encaja perfectamente en mis manos. Acaricia mi cabello y jala apenas de el.

Una semana. Una semana hemos pasado así y yo estoy viviendo a plenitud.

Karol

Quito mis manos de su cabello cuando me separo.

Se encarga de morder mi labio inferior y dejar un último beso. Hoy ha pasado por mí, cómo los últimos cuatro días para dejarme en la escuela.

—Gracias por traerme.

—Te lo voy a volver a repetir como las últimas cuatro veces; no tienes nada que agradecerme.

El impulso me gana y dejo un beso casto antes de bajarme.

Ruggero también se había encargado de recogerme, salvo hoy que tiene revisiones que enviar a la editorial y una reunión virtual. Es a la hora que yo salgo y se le complica. Le he dicho que no pasa nada y hemos quedado en que mejor iré a cenar a su casa.

Que puedo decir. Ruggero me gusta, es un hombre guapo, inteligente, bromista, amable...y puedo decir mil cosas más pero los niños me saludan al entrar y me adentro con ellos.

Mamá me llama justo cuando el timbre que indica la hora de receso, suena.

Nuestra plática se basa en lo que me ha pasado en los últimos días pero solo respondo con un; estoy bien, todo va de maravilla.

No me place decirle mis detalles con Ruggero. Esos aún me los reservo.

***

Toco el timbre y lo veo pasado los minutos a lo que me abre la puerta. Tiene el cabello húmedo.

—Hola, preciosa.

—Hola.

Toma la iniciativa y deja un beso en la comisura de mis labios.

Se hace a un lado y me deja pasar. Su casa tiene un ambiente que me gusta. Los colores bajos hacen un contraste con los muebles.

Un olor delicioso hace que se me haga agua la boca.

—He cocinado.

Se adelanta y me da risa cuando se pone un guante rojo y saca algo del horno. Se ve tierno en toda su etapa de cocinero.

—No sabía que cocinabas.

—Un dote oculto.

Se saca el guante cuando deja el recipiente en la mesa. Puedo ver que es lasaña. Me acerco para ayudarle con los platos y en cuestión de minutos ya tenemos listo todo. Llevo un bocado a mi boca y degusto el exquisito sabor.

—¿Y? ¿Te gustó?

Levanto mi mano en señal de que espere y cuando paso la comida asiento en repetidas ocasiones.

—Siento que dejare de pedirle clases a Mily y te las pediré a ti.

Escucho su carcajada y yo retomo mi comida. Si mi vecina me escuchara me acribillaría con la mirada, sobre todo porque he tenido descuidadas las clases de ella.

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