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Otro día más en el que suena mi despertador, indicándome que mi rutina debe empezar.

Tomo una toalla y alisto mi ropa para cambiarme de manera rápida.

Apenas me veo en el espejo me quedo analizando mi aspecto. Siempre lo hago cuando entro a ducharme. Es como si tratara de descifrar que hay detrás de mi reflejo. Pero veo lo mismo de siempre.

Nada, absolutamente nada.

No pierdo más tiempo y me adentro a la lluvia artificial.

—Dios, debe ser tardísimo.

Me he demorado más de la cuenta y apenas acabo de recordar que los niños llegaran media hora antes de lo habitual. Agarro las cajas de plastilina que hoy voy a utilizar y sujeto mi bolso con las demás cosas.

La escuela no está lejos. A unos veinte minutos a pie. El día de hoy no tomo el autobús porque no está en función. La ruta por donde siempre circula está en reparaciones así que no hay servicio ni hoy ni los siguientes días.

—¡Señorita Karol!

Angélica, una de mis alumnas, corre a saludarme. Es una niña súper tierna, sus dos coletas se mueven cuando impacta contra mi pierna.

—Hola pequeña. ¿Lista para la clase de hoy?

Asiente, y sonríe mostrándome su diente faltante.

Había sido todo un caos que lo perdiera en clase.

—Está que no para de saltar desde que le compre la plastilina.

Julieta, su mamá, me cuenta lo que ha hecho la niña, arreglando su uniforme.

—Hoy vamos hacer muchas cosas.

Tomo su mano y me despido de la señora.

Hoy no me toco recibir en el portón a mí, así que paso de largo hasta mi salón. En donde ya algunos niños están sentados conversando de sus cosas.

Esto me gusta, ya sé porque elegí está carrera. Fue duro no recordar cómo había llegado a este punto pero en cuanto tuve mi primer encuentro con los niños, sabía que este era mi lugar.

La directora y demás profesores me dieron la bienvenida y yo empecé a revisar todo lo que tuve que haber aprendido en la universidad.

Gracias a ello y mis compañeras del mismo nivel, todo se volvió más fácil.

Tampoco llevo un trabajo pesado. Los niños entran a las ocho de la mañana y al medio día ya los vienen a recoger sus padres. Solo el día de hoy han ingresado a las siete y media porque fumigaran la escuela, siempre sucede una vez al mes.

—Bien niños, todos pónganse su delantal y empezaremos.

Los pequeños asienten emocionados y algunos me piden ayuda para amarrarlo por la parte trasera.

—Quiero que no unan los colores. Vamos a utilizar cada uno para crear una cosa diferente.

Empiezo a explicarles la actividad y me alegro cuando captan enseguida.

Los niños pueden ser muy difíciles, pero si los sabes tratar y persuadir con cosas que pueden llegar a ser muy aburridas pero que se elevan con imaginación, entretener a un niño puede convertirse en algo muy fácil.

Todos los días es una experiencia nueva. Me divierto con cada una de sus ocurrencias y me hacen pensar si talvez yo dejé algo así en el olvido.

Un hijo...

No.

Mis padres no serían capaces de ocultarme algo tan importante como un hijo.

Definitivamente debo dejar de atormentarme con tonterías.

Solamente TúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora