Karol
Me remuevo con cuidado. Mi cabeza duele un poco y necesito un vaso con agua. Además de que tengo mucha hambre.
Pestañeo poco a poco para acostumbrarme a la luz que tiene la habitación. Alguien olvidó bajar las cortinas.
Siento una presión en el abdomen y ahora que soy más consciente de las cosas, también siento una presión en mi espalda y una suave respiración en mi cuello.
El momento es tan cómodo que con mucho cuidado logro dar media vuelta. Tengo que apenas y reposar la cabeza para no terminar lastimándome.
No me escandalizo cuando lo veo. Sabía que estaba aquí.
—Te amo, estúpido.
El susurro es como una línea en el aire. No quiero que me escuche.
Acaricio su cabello. Sus rulos hechos un desastre.
Cuando pasaba la noche conmigo me encantaba hacer esto al despertar. Su semblante es tranquilo y su respiración es pausada.
Con uno de mis dedos acaricio la línea de su mandíbula, algo muy atractivo en él ya que la tiene marcada. Su nariz es muy tierna, doy un toque y mi dedo se desliza de manera lenta a su labio superior.
Me tomo más tiempo en el inferior. Labios que he besado muchas veces.
Ya ni siquiera sé que es lo que me detiene para escucharlo. Creo que es miedo o cualquier otra cosa.
De lo que si estoy segura es de que no me quiero mover de aquí. Yo no puedo negar que siento algo por Ruggero y saber que algún día estuve casada con él, no lo niego, me hace sentir revoltijos en el estómago.
El recuerdo del tatuaje vuelve a presentarse.
Estiro mi mano al lugar que se dónde está.
Ruggero empieza a moverse y para que no me encuentre tocándolo me separo pero no calculo bien el espacio y termino en el piso, impactando contra la mesa de noche.
—Carajo.
—Karol, por Dios.
Me levanta muy rápido del suelo y hace que me siente en la cama. El golpe que me di me deja sin habla por algunos segundos.
Alzo la blusa de mi pijama y está ahí lo que ya sabía, el círculo rojo que tiene ya unos puntitos violetas, estoy segura de que se hará verde.
El italiano a mi lado también lo ve y se va de la habitación pero regresa con una crema en sus manos.
Me pide permiso con la mirada y alzo un poco más la blusa, dejando en evidencia el pequeño tatuaje.
Con cuidado esparce la crema por todo el espacio y solo hago unas cuantas muecas porque esa parte está sensible.
Sigue moviendo su dedo por mi lateral, subiendo con timidez hasta el tatuaje. No lo alejo y peor aun cuando lo siento tan cerca de mi rostro.
Estoy segura de que por más que quiera no me puedo alejar de Ruggero Pasquarelli. Él representa una debilidad.
Es por eso que me impulso y soy yo quien termina alcanzando su boca, sentándome sobre sus piernas y tomando su cuello para sujetarme. Él por su parte, toma mis caderas y me acerca más, haciendo que suelte un gemido por lo que siento debajo de mí.
Es cuidadoso al no tocar la parte recién golpeada.
Baja hasta mi cuello y pierdo el control. Sé que debemos hablar antes pero mi necesidad por él es más grande.
Lo abrazo con todas mis fuerzas y mis labios recorren todo su hombro.
Ruggero me mueve de arriba hacia abajo contra su notable erección y yo soy un manojo de sensaciones. Disfruto de la cercanía y el que recorra todo mi cuerpo con sus manos.