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Lo llevé a mis espaldas al chico mordido directo camino hasta mi motocicleta, me subí con él y arranqué para conducir por la carretera y atravesar luego el túnel de la autopista para después llegar a destino.
Papá me va a matar ni bien me vea con un humano a mis espaldas, seguramente me querrá colgar de cabeza y más cuando le diga que escapé de casa para ir beber a un bar.
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Crucé la sala sin ningún problema, nadie me ha visto, eso creí, pero durante iba yendo atravesando por uno de los pasillos, me topé con un criado, y por suerte alguien de fiar. Lo llevé al chico con la ayuda de ése criado a una de las habitaciones de huéspedes. Lo recostamos con cuidado, y le pedí a Kan, el criado, que se quedara conmigo y no le dijera nada a nadie. Kan es el sobrenombre que le pusimos cuando lo contratamos en servicio de la familia.
Pero Kan me cuestionó preguntándome:
— Señorita, ¿qué intentarás hacer con ése humano? No tiene cura ¿o sí?
— Está envenenado su sangre, si. Pero no su voluntad por luchar vivir.
— ¿Y eso que significa, señorita. Rosalie?
— Qué hay una pizca de posibilidad de salvarle la vida.
— ¿Cómo?
Me levanté de la cama que había estado al lado de éste chico tomando su temperatura, encamino al criado y me le pongo de frente.